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Kiribati

Una sensación difusa

Una sensación difusa Tengo una sensación difusa de cambio inminente, como encontrarme al borde de una frontera invisible, a punto ya de cruzarla sin posibilidad de regreso. O mejor, a punto de descorrer una cortina de tejido muy opaco que no deja ver lo que hay al otro lado.
Las mejores verdades suelen ser las más duras. Duras y perdurables: de una gran calidad, las malditas.
Hace dos años, conocí a una mujer. No en persona, ni tampoco al completo. Me fueron llegando retazos de ella a través de un relato corto que escribió, de algunos mensajes cruzados en un par de foros y también a través del hombre que solía mencionarla.
El cual era el hombre que yo envidiaba de ella, aunque tal vez esta envidia fuera tan gratuita como la envidia suele serlo, y el hombre no mereciera ser tan envidiado.

Luego ella me escribió una carta y así me dí permiso para odiarla.

Hay gente que se muestra, como hay gente que se oculta.
Tal vez ella es de los que se ocultan. Aunque quizá, pensándolo bien, ella sólo se me ocultaba a mí. Y quién sabe si se me ocultaba deliberadamente.
En cualquier caso, los que se ocultan suelen conocer la verdad. Escuchan, leen y no se manifiestan. Y así llegan a saberlo casi todo.
Como en un puzzle, fui reconstruyendo sus piezas en mi mente, pero siempre me faltó la del centro, la que sin duda definiría todo el conjunto. Y esa pieza es una interrogante sin respuesta. Aún después de dos años, sigue siendo una interrogante sin respuesta.
Lo que pasa es que ya no importa la respuesta. Y ahora que no importa, yo intuyo que está a punto de llegar. Y que resultará ser una verdad dura, de esas que permanecen para siempre porque son como una puta losa de granito.
Hace un momento, he releído lo que escribió ella, un siete de abril de 2002:

"Llegó un día de repente, una de esas ráfagas de viento fresco que te hacen respirar a fondo en un momento cualquiera de tu vida en el que se acabó el aire. La vida golpea, golpea fuerte, pero cuando ya estás por los suelos, casi sin fuerzas, de repente, aparece una estrella fugaz.
" Yo he sido testigo de tu destino, lo he vivido en mis propias carnes" dijo ella, con una sonrisa.
Y se abrió una brecha en la oscuridad que tornaba el camino intransitable en un sendero liso, invitándome a seguir galopando por la vida. Una de esas criaturas de las que aprendes: aprendí a reír de nuevo."

Ahora, Diesone, que ya tengo oídos para oir y fortaleza para entender; ahora que la vida me ha pulido como pule el mar a un guijarro y puedo no mentirte al acercarme a ti... dime pues, Diesone, el nombre de la última pieza del puzzle.

O no me lo digas y paseemos.Tal vez.

2 comentarios

Kiribati -

Esta vida tiene demasiados bofetones.
Con lo fácil que sería...
Supongo que hay algo enfermizo en ese vicio nefando de buscar una explicación a todo.
Es cierto que hay verdades que son puñaladas. Quizá es porque antes estuvo la mentira en su lugar, una mentira, cómoda, suave y calentita.
Me intrigan mucho las personas que mienten, sus motivos, lo que sentirán al hacerlo.
Casi siempre, a mí lo que me cuesta es no soltar a bocajarro lo que pienso.
Tengo que morderme la lengua muchas veces al día.
A mi psicóloga le costó muchos sudores enseñarme las virtudes del silencio.
Las personas somos de lo más variado.

Bambolia -

Conocer la pieza de ese puzzle es una de las cosas más dolorosas que existen.

Te has pasado meses y meses reconstruyéndote, reinventándote, fabulándote. Y todo, porque careces de la respuesta, la única respuesta que no debería faltarte. La que necesitas para que tus sentimientos se reposen, para que puedas entender. ¡es tan importante entender! Y después de meses y meses aprendiendo a respirar sin ese entendimiento, encajando el resto de la piezas a la fuerza, porque su lugar no es el que debiera, después de todo eso, cuando tu cuerpo se ha metamorfoseado para cubrir los espacios que esa respuesta ha dejado huérfanos, entonces... entonces te regalan una palabra, una sola, que te hace tambalear como nunca hubieses pensado. Justo cuando ya hacía tiempo que habías dejado de reclamar por ese derecho a saber, justo cuando habías aceptado que hay cosas en la vida que no tienen explicación, y que ocurren, sin más.

Yo hubiese preferido seguir en la ignorancia. Porque para cuando vienen a hacerte el regalo, tus fuerzas ante el dolor ya han disminuido y no esperas un bofetón de ese calibre.

Es mejor que pases. La verdad tiene su momento. Si el momento pasa, es mejor abandonarla.