Una Antigua Costumbre
Contaba Herodoto de Halicarnaso , aunque nadie le creyó jamás, una curiosa costumbre del pueblo perdido de los etíopes nabucos.
Cuando un etíope nabuco llora el recuerdo de algo que, aun a pesar de que nunca existió, le es muy querido (como un sueño o un amor eterno), trenza una cesta con mimbres de los cañaverales del Nilo.
Dentro, forma un mullido lecho de pétalos blancos de loto, en cuyo centro susurra el nombre de su querido recuerdo.
Después, ata a la cesta pequeños lazos de seda, de todos los colores del arcoiris.
Vierte ciento diez lágrimas sobre ella, y, en una noche de luna llena, la deja ir para siempre, flotando sobre las aguas del río.
Si algún otro etíope nabuco, paseante nocturno de la ribera, ve pasar una cesta de los recuerdos que nunca existieron, murmura una canción y disimula.
Cuando un etíope nabuco llora el recuerdo de algo que, aun a pesar de que nunca existió, le es muy querido (como un sueño o un amor eterno), trenza una cesta con mimbres de los cañaverales del Nilo.
Dentro, forma un mullido lecho de pétalos blancos de loto, en cuyo centro susurra el nombre de su querido recuerdo.
Después, ata a la cesta pequeños lazos de seda, de todos los colores del arcoiris.
Vierte ciento diez lágrimas sobre ella, y, en una noche de luna llena, la deja ir para siempre, flotando sobre las aguas del río.
Si algún otro etíope nabuco, paseante nocturno de la ribera, ve pasar una cesta de los recuerdos que nunca existieron, murmura una canción y disimula.
6 comentarios
Kiri -
La_Web_ona -
Kiri -
Erizo -
Me gusta tu blog.
Un erizo retirau en la vida monacal erizal, con casco y to.
Kiri -
Un beso, Esstupenda.
Esstupenda -
Enhorabuena