El Chisme y Yo
No tengo ni idea de por dónde me viene la aversión al teléfono.
Una podría ser tímida y tal. Podría ser una persona con problemas para comunicarme. Pero no es el caso, no.
Hombre, tampoco es que tenga vocación de relaciones públicas, pero así, en vivo y en directo, hablo cuando tengo ganas de hablar y me gusta escuchar también. Y me gusta mucho reirme con las personas reidoras. Y hablar de temas y eso, tomando un café. A los dependientes, camareros, etc. me dirijo muy buenamente, con amabilidad y casi siempre con una sonrisa, porque están las criaturas trabajando y yo sé lo jodido que puede llegar a ser el trato con el público.
Luego está lo de mi psicóloga, lo que hablo delante de ella. Que hay que echarle un par para hablar de ciertas cosas mientras miras a los ojos a una persona que apenas conoces, por muy psicóloga que sea. Bueno, lo de "apenas conoces" vale para el principio, que ahora ya nos une una relación con solera de años.
Por escrito no sólo me comunico, sino que me encanta.
Vamos, que no hay mayor problema.
Entonces, ¿qué me pasa a mí con el teléfono?
Sé de buena tinta que existen personas que oyen sonar el aparatejo y hasta se ponen contentas. O no se ponen de ninguna manera, sólo lo cogen y ya, sin hacer tragedias griegas.
Yo, cuando le oigo sonar, pienso: "Vaya, ¿quién será el pelmazo?". O directamente decido que no lo cojo, a no ser que se trate de alguien de la familia más cercana. Casi siempre termino por cogerlo, pero haciendo un esfuerzo de voluntad importante. (Esfuerzo que espero se me valore, por cierto, ya que no es ninguna tontería).
Esto es una fobia, ni más ni menos.
Una fobia sin explicación. A mí nunca me ha pasado nada con ningún teléfono: jamás aparato alguno ha intentado asesinarme, ni siquiera cuando tenían cable.
Y es chungo, la verdad, porque, primero: tengo amigos muy queridos que viven lejos. Segundo: que puede pasar cualquier cosa interesante y yo encontrarme en pleno ataque de anti-telefonitis, y no enterarme.
Tercero: que la gente termina por hartarse, porque no siempre entienden que tengo un verdadero problema y se creen que les estoy dando esquinazo.
¿Y en el trabajo? Pues lo cojo, claro. Pero con disgusto.
Véase el caso: yo he hablado algunas veces con mi super-jefa, así in person. He dicho lo que tenía que decir, sin alterarme ni ponerme nerviosa ni ná. Y, con la misma persona, por teléfono, he tenido por dentro un verdadero ataque de pánico con sudores fríos incluídos.
Ni mi psico se lo explica.
Voy a tener que poner solución, coger al toro por los cuernos y empezar a llamar yo a diestro y siniestro, hasta que la angustia se reduzca a un puntito fácilmente ignorable.
Que se preparen, je.
Una podría ser tímida y tal. Podría ser una persona con problemas para comunicarme. Pero no es el caso, no.
Hombre, tampoco es que tenga vocación de relaciones públicas, pero así, en vivo y en directo, hablo cuando tengo ganas de hablar y me gusta escuchar también. Y me gusta mucho reirme con las personas reidoras. Y hablar de temas y eso, tomando un café. A los dependientes, camareros, etc. me dirijo muy buenamente, con amabilidad y casi siempre con una sonrisa, porque están las criaturas trabajando y yo sé lo jodido que puede llegar a ser el trato con el público.
Luego está lo de mi psicóloga, lo que hablo delante de ella. Que hay que echarle un par para hablar de ciertas cosas mientras miras a los ojos a una persona que apenas conoces, por muy psicóloga que sea. Bueno, lo de "apenas conoces" vale para el principio, que ahora ya nos une una relación con solera de años.
Por escrito no sólo me comunico, sino que me encanta.
Vamos, que no hay mayor problema.
Entonces, ¿qué me pasa a mí con el teléfono?
Sé de buena tinta que existen personas que oyen sonar el aparatejo y hasta se ponen contentas. O no se ponen de ninguna manera, sólo lo cogen y ya, sin hacer tragedias griegas.
Yo, cuando le oigo sonar, pienso: "Vaya, ¿quién será el pelmazo?". O directamente decido que no lo cojo, a no ser que se trate de alguien de la familia más cercana. Casi siempre termino por cogerlo, pero haciendo un esfuerzo de voluntad importante. (Esfuerzo que espero se me valore, por cierto, ya que no es ninguna tontería).
Esto es una fobia, ni más ni menos.
Una fobia sin explicación. A mí nunca me ha pasado nada con ningún teléfono: jamás aparato alguno ha intentado asesinarme, ni siquiera cuando tenían cable.
Y es chungo, la verdad, porque, primero: tengo amigos muy queridos que viven lejos. Segundo: que puede pasar cualquier cosa interesante y yo encontrarme en pleno ataque de anti-telefonitis, y no enterarme.
Tercero: que la gente termina por hartarse, porque no siempre entienden que tengo un verdadero problema y se creen que les estoy dando esquinazo.
¿Y en el trabajo? Pues lo cojo, claro. Pero con disgusto.
Véase el caso: yo he hablado algunas veces con mi super-jefa, así in person. He dicho lo que tenía que decir, sin alterarme ni ponerme nerviosa ni ná. Y, con la misma persona, por teléfono, he tenido por dentro un verdadero ataque de pánico con sudores fríos incluídos.
Ni mi psico se lo explica.
Voy a tener que poner solución, coger al toro por los cuernos y empezar a llamar yo a diestro y siniestro, hasta que la angustia se reduzca a un puntito fácilmente ignorable.
Que se preparen, je.
10 comentarios
Kiri -
¿El Escorial?
¿?¿?¿?¿?¿?
La_web_ona -
Si sólo fuese esa una de sus manias.......
Kiri -
Aber -
Kiri -
Aber -
Kiri -
Pero yo el plan mío es quitarme la fobia.
A ver qué tal.
Ana* -
Kiri -
Lo malo es que lo mío no tiene causa que yo pueda identificar.
Y lo del móvil come aparte. Menudo invento de Satán: estás siempre localizable y controlado. Haces muy bien en apagarlo. Yo no lo apago por si me llama Alicia con alguna cosa urgente, que si no, ya ves tú.
Menudo rollo de móvil.
Gru -
Ahora ya lo llevo mucho mejor, con casi normalidad, aunque a veces, cuando suena, doy un respingo.
El movil siempre lo llevo apagado. En fin. No sé ni para qué lo tengo.