Enemigos
Anoche soñé que mataba ratas enormes con un spray.
Me sentía depredadoramente feliz cada vez que me cargaba a alguna. Sin piedad. Sin perdón. Una, otra, más...
Lo malo es que el spray no funcionaba muy bien (los sprays de los sueños no suelen hacerlo, como todo el mundo sabe) y algunas se escapaban por ahí, huyendo por habitaciones parecidas a los salones de El Gatopardo de Viconti, sólo que con las escayolas y los dorados arruinados, los mármoles del suelo llenos de agujeros y las paredes plagadas de manchas de humedad.
Las ratas son mis enemigos.
Mi enemigos míticos.
Creo que nunca se lo he contado a nadie, o tal vez a mi amiga MJ, pero la última rata viva y real que ví, no la olvidaré jamás.
Iba en mi coche con un amigo. Le llevaba a su lugar de trabajo, después de una tarde muy agradable juntos. No sé cómo - bueno sí: soy torpe para encontrar las calles- terminé en un callejón sin salida: una calleja de polígono industrial que pasaba por debajo de una vía del tren de cercanías, en las inmediaciones de la estación de El Pozo.
Al ver que aquello no tenía salida, frené para dar la vuelta. Entonces ví una rata enorme y negra parada allí delante.
Tuve una semi-ataque de pánico.
Mi amigo tuvo que hacerse cargo del volante y sacar el coche de allí porque yo ya no daba pie con bola.
Durante ese tiempo, la puta rata ni se inmutó. Estaba allí, mirando, con sus ojillos clavados en el coche, sin asustarse ni moverse un milímetro. Con claridad meridiana nos estaba diciendo que lo único que le impedía destrozarnos era su menor tamaño. Pero que no le faltaban ni las ganas ni el instinto.
Estaba anocheciendo. Era la tarde del diez de marzo de 2004. Al día siguiente, mientras escuchaba las noticias, yo pensaba por momentos en la rata. Para mí, el recuerdo del 11M va siempre unido a la imagen de aquella rata.
Siento que mis ratas son mensajeras de la crueldad.
Y por eso las mato en mis sueños.
Lo que pasa es que nunca se mueren todas.
Me sentía depredadoramente feliz cada vez que me cargaba a alguna. Sin piedad. Sin perdón. Una, otra, más...
Lo malo es que el spray no funcionaba muy bien (los sprays de los sueños no suelen hacerlo, como todo el mundo sabe) y algunas se escapaban por ahí, huyendo por habitaciones parecidas a los salones de El Gatopardo de Viconti, sólo que con las escayolas y los dorados arruinados, los mármoles del suelo llenos de agujeros y las paredes plagadas de manchas de humedad.
Las ratas son mis enemigos.
Mi enemigos míticos.
Creo que nunca se lo he contado a nadie, o tal vez a mi amiga MJ, pero la última rata viva y real que ví, no la olvidaré jamás.
Iba en mi coche con un amigo. Le llevaba a su lugar de trabajo, después de una tarde muy agradable juntos. No sé cómo - bueno sí: soy torpe para encontrar las calles- terminé en un callejón sin salida: una calleja de polígono industrial que pasaba por debajo de una vía del tren de cercanías, en las inmediaciones de la estación de El Pozo.
Al ver que aquello no tenía salida, frené para dar la vuelta. Entonces ví una rata enorme y negra parada allí delante.
Tuve una semi-ataque de pánico.
Mi amigo tuvo que hacerse cargo del volante y sacar el coche de allí porque yo ya no daba pie con bola.
Durante ese tiempo, la puta rata ni se inmutó. Estaba allí, mirando, con sus ojillos clavados en el coche, sin asustarse ni moverse un milímetro. Con claridad meridiana nos estaba diciendo que lo único que le impedía destrozarnos era su menor tamaño. Pero que no le faltaban ni las ganas ni el instinto.
Estaba anocheciendo. Era la tarde del diez de marzo de 2004. Al día siguiente, mientras escuchaba las noticias, yo pensaba por momentos en la rata. Para mí, el recuerdo del 11M va siempre unido a la imagen de aquella rata.
Siento que mis ratas son mensajeras de la crueldad.
Y por eso las mato en mis sueños.
Lo que pasa es que nunca se mueren todas.
11 comentarios
Kiri -
Siempre estamos haciendo cosas raras, pero mola.
Kiri -
Ana* -
El caso es que yo no les tengo tanta manía, no sé por qué. Será porque no me he cruzado con ninguna en la estación de El Pozo un 10 de marzo de 2004.
Qué fuerte.
Kiri -
Gracias, Gru.
Voy a comer, estoy muerta de hambre.
Gru -
Joder con la rata con la que te encontraste, parecía karateka. Sí, son bichos bastante agresivos si se sienten atacados. Me suena que la rata gris, esta de alcantarilla, no procede de Europa, sino que fue una importación por los barcos que venían de no sé donde y que extinguió a la rata autóctona porque es mucho más agresiva y grande (¿O lo he leído en "El maravilloso viaje de Nils Holguerson"). Ya lo buscaré, espero no habérmelo inventado que ando medio borrachuza del bochorno. Andamos con medio canícula por aquí, pero como no estamos acostumbrados, no tengo ni un ventilador.
Buenas noches, Bábushka-Luk- Sharlot (abuela escalonia, que queda más fino):P
Qué sueñes con unicornios y abejas mayas. :-)
Kiri -
Coño ya.
Kiri -
Kiri -
También me pasó, hace muchos años, que iba de madrugada por la calle y, al volver una esquina, me encontré con una rata en la acera.
Ingenuamente, me puse a dar patadas en el suelo a ver si se espantaba. Y el bicho me respondió poniéndose en dos patas y enseñando los dientes.
Obviamente, ella ganó la batalla por la acera.
Menos mal que son más pequeñas que nosotros, porque si no íbamos listos.
Gru -
Gru -
Kiri -
Es verdad: fue allí y fue entonces.