Páramo
En cierto páramo de Febrero, me encontré dos pequeñas y estúpidas verdades.
I. Existían cosas que no sería capaz de perdonar nunca.
II. Existían personas de las que nunca sería capaz de despedirme, a pesar de que no pudiera perdonarlas.
Las dos pequeñas verdades estaban peleadas la una con la otra. Porque yo apenas sabía perdonar y apenas sabía despedirme. Y creí que debía decidirme por una de las dos.
Eso creí.
Pero es que estaba demasiado cansada.
Por eso, aquel Febrero fue como un páramo, en exceso vasto y en exceso caliente.
Sigo cansada.
(Imagen.- Axel Hütte, Yuste II)
I. Existían cosas que no sería capaz de perdonar nunca.
II. Existían personas de las que nunca sería capaz de despedirme, a pesar de que no pudiera perdonarlas.
Las dos pequeñas verdades estaban peleadas la una con la otra. Porque yo apenas sabía perdonar y apenas sabía despedirme. Y creí que debía decidirme por una de las dos.
Eso creí.
Pero es que estaba demasiado cansada.
Por eso, aquel Febrero fue como un páramo, en exceso vasto y en exceso caliente.
Sigo cansada.
(Imagen.- Axel Hütte, Yuste II)
4 comentarios
Kiribati -
Pero vivirlas te divide por dentro. Las hostias que se dan la una con la otra tienen lugar en tu propio interior.
Supongo que siempre ha habido ese tipo de luchas, aunque, en el caso de las mujeres, solían saldarse con el "perdón", o sea con la resignación.
Por ejemplo: conozco casos de señoras ya mayores, cuyos maridos bebían. Y se volvían repulsivos o violentos. O las dos cosas.
Obviamente, esas mujeres vivirían por dentro de sí la repulsión por un lado y la necesidad de permanecer con el marido por otro.
No había mucho lugar los para dilemas tampoco. La sociedad obligaba al perdón y la resignación: la elección ya estaba hecha de antemano.
Ahora bien, cuando ya no tenemos esa obligación, pero sufrimos a veces engaños, abandonos o ninguneos,¿somos verdaderamente libres para elegir quedarnos o marcharnos?
¿O nos ha quedado por dentro, herencia de nuestras abuelas, el miedo a la soledad como freno para ser libres?
Y, de todas formas, ¿no nos estaremos cerrando todas las puertas para ser medianamente felices, si no perdonamos nunca?
Y me refiero a todo tipo de relaciones humanas, sean las que sean.
Bueno, creo las reflexiones ayudan sólo hasta cierto punto.
La verdad es que, al menos en este momento de mi vida, he llegado a la conclusión de que no estoy capacitada para perdonar ciertas cosas. Las muy putas se quedan ahí, como un tatuaje sobre la piel.
Pero tampoco me decido a empezar de cero, que es lo que probablemente debería hacer.
Y así andamos.
Bambolia -
Kiri, las dos verdades que citas no son incompatibles. Y la segunda es atroz, demoledora. A mi me gustaría haberme despedido hace ya mucho tiempo... y sin embargo, no hay manera...
El páramo puede llegar a ser hermoso, pero es muy díficil detenerse a mirar los entresijos con los que está tejida esa tierra.
Kiribati -
A lo mejor es que, de verdad, verdad, verdad, no existe la cosa esa llamada perdón.
Sería una putada.
Pero, ¿y el morbillo que tiene que dar mirar a alguien a los ojos y decirle; "Es que no me da la gana perdonarte, corazón"?
Habrá que probar...
Gabriela -
.... la mentira que perdono/ pero la herida no sana.Ay!
La no despedida, las cosquillas casi eternas, tan pero tan esteriles.