Cuentos
Cuando mi hija y mis sobrinas eran muy pequeñas, durante los veranos en el pueblo, me las llevaba a dormir la siesta conmigo. Siempre, siempre, tenía que contarles un cuento.
Les conté la leyenda de Arturo, los caballeros de la Tabla Redonda y el Santo Grial. Claro está que los Caballeros de la Tabla Redonda juraban ser ser sinceros, leales, valientes, y ayudar a los débiles:sólo así Arturo los armaba caballeros.
Por supuesto, cayeron las aventuras de Ulises y del Caballo de Troya.
Y también cuentos tradicionales, aunque a veces transformábamos a Caperucita en verde y la convertíamos en una gamberra que le tenía al Lobo comida la moral.
Inventamos también un personaje que ellas aún recuerdan muy bien: la Teja Misteriosa. No sé por qué era una Teja ni que tenía de misteriosa, pero primero daba miedo, después risa y luego terminaba todo bien, porque la teja se caía al suelo, se rompía y la tirábamos a la basura.
El caso es que construimos toda una mitología.
Recuerdo la asombrosa historia del Gigante Jopetones y la Reina de los Elfos, en la que salíamos como personajes los miembros de la familia, además de un árbol enorme, una escalera invisible que arrancaba de detrás de nuestra misma casa, unos caballos color violeta y un campo sembrado de hortalizas parlanchinas.
No es extraño que luego, cuando menos se lo esperaba uno, alguna niña sentenciara con absoluta seriedad que "los pepinos están vivos" o "hay un dinosaurio en el patio" (esto último tras divisar una lagartija). O "al pan le gusta mucho comer gatos".
Y es que las cosas son como son, pero también, a veces, son al revés.
Por lo menos a la hora de la siesta.
Es fantástico tener un país propio al que volver.
Un país donde todo es posible y donde todo termina bien.
Les conté la leyenda de Arturo, los caballeros de la Tabla Redonda y el Santo Grial. Claro está que los Caballeros de la Tabla Redonda juraban ser ser sinceros, leales, valientes, y ayudar a los débiles:sólo así Arturo los armaba caballeros.
Por supuesto, cayeron las aventuras de Ulises y del Caballo de Troya.
Y también cuentos tradicionales, aunque a veces transformábamos a Caperucita en verde y la convertíamos en una gamberra que le tenía al Lobo comida la moral.
Inventamos también un personaje que ellas aún recuerdan muy bien: la Teja Misteriosa. No sé por qué era una Teja ni que tenía de misteriosa, pero primero daba miedo, después risa y luego terminaba todo bien, porque la teja se caía al suelo, se rompía y la tirábamos a la basura.
El caso es que construimos toda una mitología.
Recuerdo la asombrosa historia del Gigante Jopetones y la Reina de los Elfos, en la que salíamos como personajes los miembros de la familia, además de un árbol enorme, una escalera invisible que arrancaba de detrás de nuestra misma casa, unos caballos color violeta y un campo sembrado de hortalizas parlanchinas.
No es extraño que luego, cuando menos se lo esperaba uno, alguna niña sentenciara con absoluta seriedad que "los pepinos están vivos" o "hay un dinosaurio en el patio" (esto último tras divisar una lagartija). O "al pan le gusta mucho comer gatos".
Y es que las cosas son como son, pero también, a veces, son al revés.
Por lo menos a la hora de la siesta.
Es fantástico tener un país propio al que volver.
Un país donde todo es posible y donde todo termina bien.