Gris
Una mañana entera -un verdadero calvario por motivos que sí hacen al caso pero que no saldrán nunca del secreto absoluto-de reunión en la Subdirección.
La gente hacía dibujitos en los folios a hurtadillas. Yo he dibujado una cara de mujer. Una cara de mujer que ahora tengo aquí delante.
No se parece a nadie.
Es una cara que no tiene ni puta gana de reirse hoy. Una mujer que ayer lloró y que luego dejó pasar una noche en negro, con sus correspondientes pastillas y su posterior despertar sobresaltado esta madrugada, sabiendo que tendría que acudir a una reunión que sería un verdadero calvario (por motivos que sí hacen al caso, pero que no saldrán nunca del secreto absoluto). Una boca cerrada, sellada como si se le hubieran pegado los labios. Unas pupilas demasiado insondables para que ningún lector accidental de estas líneas pueda entender lo que ella piensa y siente: la derecha es inmensamente triste; la izquierda es fría y mira fijamente a un punto, un punto que es una decisión inapelable. En conjunto, las dos componen una mirada que es un enigma.
Ella no piensa en la muerte; le resulta ocioso pensar en la vieja conocida.
La muerte está paseando ahora por doquier, en todas partes, en todos los pliegues de las esquinas de su existencia laberíntica y plagada de obstáculos.
Mientras escucha la música aquí, a mi lado, la mujer dibujada entre líneas azules que desvelan decretos y disposiciones adicionales, sabe que no está esperando absolutamente nada.
Atrapada por la verdad de su existencia inmóvil, me ordena con la mirada que viva todo lo que ella no puede ni podrá vivir. Que recorra las veredas haciendo crujir las hojas secas con mis pies errantes camino a ninguna parte. Que me llene de respiraciones por todo mi adentro, y aliente hasta el último aliento, porque en algún iluminado recodo del futuro me están esperando el mar y el bosque que ella, tan desdichada, perdió antes de haber avistado siquiera sus colores.
Calvario gris, noche oscura de ansiolíticos, lágrimas interminables, horas perdidas en la niebla...
Un te quiero rotundo que es una perfecta piedra angular, mal que te pese: i don´t give a damn, i don´t give it up what you say about that.
Veinticuatro largos en la piscina. Bendito sea el dolor de mi cuerpo. Bendito el silencio de las profundidades azules.
Bendita el alma de papel de esa mujer dibujada entre decretos ley.
Creo que voy a mudarme de bitácora.
La gente hacía dibujitos en los folios a hurtadillas. Yo he dibujado una cara de mujer. Una cara de mujer que ahora tengo aquí delante.
No se parece a nadie.
Es una cara que no tiene ni puta gana de reirse hoy. Una mujer que ayer lloró y que luego dejó pasar una noche en negro, con sus correspondientes pastillas y su posterior despertar sobresaltado esta madrugada, sabiendo que tendría que acudir a una reunión que sería un verdadero calvario (por motivos que sí hacen al caso, pero que no saldrán nunca del secreto absoluto). Una boca cerrada, sellada como si se le hubieran pegado los labios. Unas pupilas demasiado insondables para que ningún lector accidental de estas líneas pueda entender lo que ella piensa y siente: la derecha es inmensamente triste; la izquierda es fría y mira fijamente a un punto, un punto que es una decisión inapelable. En conjunto, las dos componen una mirada que es un enigma.
Ella no piensa en la muerte; le resulta ocioso pensar en la vieja conocida.
La muerte está paseando ahora por doquier, en todas partes, en todos los pliegues de las esquinas de su existencia laberíntica y plagada de obstáculos.
Mientras escucha la música aquí, a mi lado, la mujer dibujada entre líneas azules que desvelan decretos y disposiciones adicionales, sabe que no está esperando absolutamente nada.
Atrapada por la verdad de su existencia inmóvil, me ordena con la mirada que viva todo lo que ella no puede ni podrá vivir. Que recorra las veredas haciendo crujir las hojas secas con mis pies errantes camino a ninguna parte. Que me llene de respiraciones por todo mi adentro, y aliente hasta el último aliento, porque en algún iluminado recodo del futuro me están esperando el mar y el bosque que ella, tan desdichada, perdió antes de haber avistado siquiera sus colores.
Calvario gris, noche oscura de ansiolíticos, lágrimas interminables, horas perdidas en la niebla...
Un te quiero rotundo que es una perfecta piedra angular, mal que te pese: i don´t give a damn, i don´t give it up what you say about that.
Veinticuatro largos en la piscina. Bendito sea el dolor de mi cuerpo. Bendito el silencio de las profundidades azules.
Bendita el alma de papel de esa mujer dibujada entre decretos ley.
Creo que voy a mudarme de bitácora.
13 comentarios
Ana* -
Kiri -
Sigo de retiro. Besos grandes.
NoA -
Luis -
Besos
Kiri -
Necesito descansar un tiempo, guapos míos.
Gracias.
Alsen Bert -
Saludos Kiribati.
Gru -
Y yo cada día soy más retorcida. No sé si me quedará algo ya de bondad e inocencia. Empatía con algunas personas sí me queda todavía. Besos, Kiri, y a descansar. :-))
Kiri -
Gracias, Ciri.
Sois buenos.:-)
Ciri -
Un abracillo de Ciri.
Kiri -
Un beso muy grande de buenos días. :-)
Bambolia -
Un beso grande y descansa. Buenas noches, :-)
Kiri -
Aparecerá, siempre lo hace. Como las grullas. :-)
Un beso. Bueno, dos, para repartir.
Gru -
Qué descanses bien, preciosa, y que vuelva a aparecer el sol entre la niebla.