A Tus Pies, Muñeco *
Hace breves instantes, he solicitado a un amigo mío la gracia de una foto de sus pies.
Tal vez he resultado algo descarada. Se ha quedado un poco sorprendido y me ha preguntado si lo estaba diciendo en serio.
Pues es que, lo confieso, a mí me pierden los pies de los tíos. Siempre que estén limpitos y perfumaditos, claro.
¡Qué gozada, la visión de unos pies desnudos sobre el fondo de unas sábanas con estampado de margaritas! Una habitación a media luz, a la hora de la siesta; un ventilador; una par de copas de cava sobre la mesilla...Y esos pies, que están pidiendo a gritos ser acariciados y lamidos con fruición. Mi imaginación se desboca, vuela, se desparrama de dedito en dedito...este pide pan, este dice que no hay...pinto, pinto, gorgorito.
Y ese recóndito punto en los tobillos, donde resbalan con lujuria las yemas de mis dedos.
Y esa curva del empeine,altanera, aquitectónica, que me podría pasar admirando horas y horas, como si fuera una de las columnas del Partenon.
Bueno, en foto no es lo mismo, claro. Pero es que tampoco nunca he pedido yo a nadie por internet una foto erótica, de sus pies ni de su pilila ni de nada. Y no sé, yo creo que ya estoy en edad de empezar a frecuentar ciertas perversiones, que, al fin y al cabo, tampoco hacen daño a nadie.
Vamos, que he decidido darme a esto de la perversión podológica.
Por lo tanto, amigo mío, reitero mi ruego aquí en público, ante la notabilísima asamblea que frecuenta esta bitácora: por favor, agarra tu cámara digital esa tan chula que tienes, y envíame una foto de tus pies, a fin de saciar mi perversión incipiente.
Anda, hombre, no seas así.
Quedo expectante.
(*) El título de este inspirado artículo es gentileza de Sokol, a quien agradecemos encarecidamente su colaboración involuntaria.
Tal vez he resultado algo descarada. Se ha quedado un poco sorprendido y me ha preguntado si lo estaba diciendo en serio.
Pues es que, lo confieso, a mí me pierden los pies de los tíos. Siempre que estén limpitos y perfumaditos, claro.
¡Qué gozada, la visión de unos pies desnudos sobre el fondo de unas sábanas con estampado de margaritas! Una habitación a media luz, a la hora de la siesta; un ventilador; una par de copas de cava sobre la mesilla...Y esos pies, que están pidiendo a gritos ser acariciados y lamidos con fruición. Mi imaginación se desboca, vuela, se desparrama de dedito en dedito...este pide pan, este dice que no hay...pinto, pinto, gorgorito.
Y ese recóndito punto en los tobillos, donde resbalan con lujuria las yemas de mis dedos.
Y esa curva del empeine,altanera, aquitectónica, que me podría pasar admirando horas y horas, como si fuera una de las columnas del Partenon.
Bueno, en foto no es lo mismo, claro. Pero es que tampoco nunca he pedido yo a nadie por internet una foto erótica, de sus pies ni de su pilila ni de nada. Y no sé, yo creo que ya estoy en edad de empezar a frecuentar ciertas perversiones, que, al fin y al cabo, tampoco hacen daño a nadie.
Vamos, que he decidido darme a esto de la perversión podológica.
Por lo tanto, amigo mío, reitero mi ruego aquí en público, ante la notabilísima asamblea que frecuenta esta bitácora: por favor, agarra tu cámara digital esa tan chula que tienes, y envíame una foto de tus pies, a fin de saciar mi perversión incipiente.
Anda, hombre, no seas así.
Quedo expectante.
(*) El título de este inspirado artículo es gentileza de Sokol, a quien agradecemos encarecidamente su colaboración involuntaria.