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Kiribati

Observatorio lunar

A Tus Pies, Muñeco *

A Tus Pies, Muñeco * Hace breves instantes, he solicitado a un amigo mío la gracia de una foto de sus pies.

Tal vez he resultado algo descarada. Se ha quedado un poco sorprendido y me ha preguntado si lo estaba diciendo en serio.
Pues es que, lo confieso, a mí me pierden los pies de los tíos. Siempre que estén limpitos y perfumaditos, claro.

¡Qué gozada, la visión de unos pies desnudos sobre el fondo de unas sábanas con estampado de margaritas! Una habitación a media luz, a la hora de la siesta; un ventilador; una par de copas de cava sobre la mesilla...Y esos pies, que están pidiendo a gritos ser acariciados y lamidos con fruición. Mi imaginación se desboca, vuela, se desparrama de dedito en dedito...este pide pan, este dice que no hay...pinto, pinto, gorgorito.
Y ese recóndito punto en los tobillos, donde resbalan con lujuria las yemas de mis dedos.
Y esa curva del empeine,altanera, aquitectónica, que me podría pasar admirando horas y horas, como si fuera una de las columnas del Partenon.

Bueno, en foto no es lo mismo, claro. Pero es que tampoco nunca he pedido yo a nadie por internet una foto erótica, de sus pies ni de su pilila ni de nada. Y no sé, yo creo que ya estoy en edad de empezar a frecuentar ciertas perversiones, que, al fin y al cabo, tampoco hacen daño a nadie.
Vamos, que he decidido darme a esto de la perversión podológica.

Por lo tanto, amigo mío, reitero mi ruego aquí en público, ante la notabilísima asamblea que frecuenta esta bitácora: por favor, agarra tu cámara digital esa tan chula que tienes, y envíame una foto de tus pies, a fin de saciar mi perversión incipiente.

Anda, hombre, no seas así.

Quedo expectante.

(*) El título de este inspirado artículo es gentileza de Sokol, a quien agradecemos encarecidamente su colaboración involuntaria.

Y más Baudelaire

Y más Baudelaire Nous aurons des lits pleins d'odeurs légères,

Des divans profonds comme des tombeaux,

Et d'étranges fleurs sur des étagères,

Ecloses pour nous sous des cieux plus beaux.

Usant à l'envi leurs chaleurs dernières,

Nos deux coeurs seront deux vastes flambeaux,

Qui réfléchiront leurs doubles lumières

Dans nos deux esprits,ces miroirs jumeaux.

Un soir fait de rose et de bleu mystique,

Nous échangerons un éclair unique,

Comme un long sanglot,tout chargé d'adieux;

Et plus tard un Ange,entr'ouvrant les portes,

Viendra ranimer,fidèle et joyeux,

Les miroirs ternis et les flammes mortes.

(La Mort des Amants)

Traducido, más o menos:

"Tendremos lechos llenos de aromas ligeros,
divanes tan profundos como tumbas,
y extrañas flores sobre los estantes
abiertas para nosotros bajo cielos más bellos.

Empleando a su deseo sus últimos ardores
nuestros corazones serán dos grandes antorchas
que reflejarán sus dobles luces
en nuestros espíritus, esos espejos gemelos.

Una noche hecha de rosa y de azul místico,
arderemos en un único relámpago
como un prolongado llanto lleno de adioses.

Y más tarde un Ángel, entreabriendo las puertas,
vendrá a reanimar, fiel y alegre,
los espejos apagados y las llamas muertas"

Efectivamente, la eterna Venus....

Efectivamente, la eterna Venus.... "Efectivamente, la eterna Venus (capricho, histeria, fantasía)es una de las formas seductoras del Diablo"

Pertenece al prólogo de Las Flores del Mal de Baudelaire, escrito por Enrique López Castellón.

(siguiendo la idea de la bitácora Evasivas: línea 23, quinta frase de un libro al azar)

(Imagen: fotografía de Baudelaire)

Todas las Rosas son la Misma Rosa

Todas las Rosas son la Misma Rosa LA ÚNICA ROSA

Todas las rosas son la misma rosa,
amor, la única rosa.
Y todo queda contenido en ella,
breve imajen del mundo,
¡amor!, la única rosa.

(Juan Ramón Jiménez)

En la Estación

En la Estación Hace tiempo, conocí a un hombre en una estación de tren. Lo recuerdo bastante atractivo. A pesar de que simpatizamos en seguida, parecía poco parlanchín. Pero yo soy, por contra, buena escuchadora.
Así que comenzó hablando de trivialidades. Y habló y habló, hasta que por fin me contó lo que vió hace años por la ventana de su cocina, desde la cual solía espiar el patio de la casa de al lado.
De vez en cuando, un hombre y una mujer se daban cita en aquel patio. Mi interlocutor los miraba a través de la pequeña espesura verde de un emparrado.
Nunca supo quiénes eran. En realidad, él sabía a ciencia cierta que en aquella casa no vivía nadie. Aquel patio parecía no tener más habitantes que los dos enamorados, que intercambiaban besos y caricias junto al estanque.
Un día, durante las horas calurosas de la siesta, los vio desnudarse e introducirse en el agua, tomados de la mano. Eran ambos muy jóvenes y bellos, dos cuerpos que no vaciló en calificar de esculturales. Tal vez los idealizaba en el recuerdo.
El hombre y la mujer solían susurrar y reir en voz baja, de modo que mi interlocutor no entendía una sola palabra de lo que se decían. Pero la ternura se percibía desde lejos en miles de pequeños gestos: inclinaciones de cabezas tocándose dulcemente, palmas de las manos abiertas hacia el cielo. Miradas inequívocas, en las que una pupila se sumergía en otra pupila, se reflejaba en ella y se reconocía en ella.
Mi interlocutor vivió unas semanas fascinado, arrebatado por aquel amor ajeno.
Puntualmente se asomaba a la ventana de la cocina, alrededor de la hora de la siesta. A veces podía verlos y a veces no. No existía pauta alguna para sus encuentros, pero él acudía fiel, cada día, con la esperanza de encontrarlos.
Mientras me lo contaba, experimenté la sensación muy vívida de que se había enamorado. Se había enamorado de aquel amor del que fue testigo. De aquellos dos amantes tan hermosos, tan ajenos a la fascinación que, sin quererlo, provocaban. Y experimenté esta sensación, porque los ojos del hombre brillaban y sus manos temblaban levemente mientras me hacía partícipe de su vivencia.
Algo tan íntimo...
De modo que, por unos breves instante, el tiempo abrió una ventana para que yo pudiera mirar. Y por ella ví a aquel hombre, que miraba, a su vez, por su ventana de la cocina. Percibí su emoción y anhelé mucho llegar a poseer un sentimiento así. Como él anhelaba el amor del que había sido espectador.
Por fin, le pregunté qué había sido de la pareja del patio.
Me respondió que, sencillamente, un día dejaron de acudir a su cita.
Y él los perdió para siempre.
Entonces, llegó su tren a la estación. El hombre subió en él y desapareció.

Tierra

Tierra CONSEJO MORTAL

Levanta tu edificio. Planta un árbol.
Combate si eres joven. Y haz el amor, ¡ah, siempre!
Mas no olvides al fin construir con tus triunfos
lo que más necesitas: Una tumba, un refugio.

(Gabriel Celaya)

Aire

Aire VUELO

Sólo quien ama vuela. Pero ¿quién ama tanto
que sea como el pájaro más leve y fugitivo?
Hundiendo va este odio reinante todo cuanto
quisiera remontarse directamente vivo.

Amar... Pero ¿quién ama? Volar... Pero ¿quién vuela?
Conquistaré el azul ávido de plumaje,
pero el amor, abajo siempre, se desconsuela
de no encontrar las alas que da cierto coraje.

Un ser ardiente, claro de deseos, alado,
quiso ascender, tener la libertad por nido.
Quiso olvidar que el hombre se aleja encadenado.
Donde faltaban plumas puso valor y olvido.

Iba tan alto a veces, que le resplandecía
sobre la piel el cielo, bajo la piel el ave.
Ser que te confundiste con una alondra un día,
te desplomaste otros como el granizo grave.

Ya sabes que las vidas de los demás son losas
con que tapiarte: cárceles con que tragar la tuya.
Pasa, vida, entre cuerpos, entre rejas hermosas.
A través de las rejas, libre la sangre afluya.

Triste instrumento alegre de vestir: apremiante
tubo de apetecer y respirar el fuego.
Espada devorada por el uso constante.
Cuerpo en cuyo horizonte cerrado me despliego.

No volarás. No puedes volar, cuerpo que vagas
por estas galerías donde el aire es mi nudo.
Por más que te debatas en ascender, naufragas.
No clamarás. El campo sigue desierto y mudo.

Los brazos no aletean. Son acaso una cola
que el corazón quisiera lanzar al firmamento.
La sangre se entristece de batirse sola.
Los ojos vuelven tristes de mal conocimiento.

Cada ciudad, dormida, despierta loca, exhala
un silencio de cárcel, de sueño que arde y llueve
como un élitro ronco de no poder ser ala.
El hombre yace. El cielo se eleva. El aire mueve.

(Miguel Hernández)

Agua

Agua CASIDA DE LA MUCHACHA DORADA

La muchacha dorada
se bañaba en el agua
y el agua se doraba.

Las algas y las ramas
en sombra la asombraban
y el ruiseñor cantaba
por la muchacha blanca.

Vino la noche clara,
turbia de plata mata,
con peladas montañas
bajo la brisa parda.

La muchacha mojada
era blanca en el agua,
y el agua, llamarada.

Vino el alba sin mancha,
con mil caras de vaca,
yerta y amortajada
con heladas guirnaldas.

La muchacha de lágrimas
se bañaba entre llamas,
y el ruiseñor lloraba
con las alas quemadas.

La muchacha dorada
era una blanca garza
y el agua la doraba.

(Federico García Lorca)

Fuego

Fuego Canciones de el alma en la íntima communicación de unión de amor de Dios

(San Juan de la Cruz)

¡O llama de amor viva,
que tiernamente hyeres
de mi alma en el más profundo centro!
pues ya no eres esquiva,
acava ya, si quieres;
rompe la tela de este dulce encuentro.

¡O cauterio suave!
¡O regalada llaga!
¡O mano blanda! ¡O toque delicado,
que a vida eterna save
y toda deuda paga!,
matando muerte en vida la as trocado.

¡O lámparas de fuego,
en cuyos resplandores
las profundas cabernas del sentido
que estava obscuro y ciego
con estraños primores
calor y luz dan junto a su querido!

¡Quán manso y amoroso
recuerdas en mi seno
donde secretamente solo moras
y en tu aspirar sabroso
de bien y gloria lleno
quán delicadamente me enamoras!

Dolmen

Dolmen Fue apenas ayer cuando, en la frontera de los arévacos, ví a la gran vaca blanca que porta entre sus cuernos el disco de oro del Sol.

Se me acercó tanto que pude mirarme en sus ojos, lagos oscuros en los que se reflejan todas las cosas que los hombres ignoramos, porque aún no han ocurrido.

Su hocico humeante se aproximó a mi mano, para oler el miedo en la presión del puño con el que yo sujetaba mi espada.

Creo que me compadeció, aunque no lo suficiente.

Luego las nubes cárdenas del atardecer ocultaron la montaña del Norte. LLegó desde los bosques el sonido del cuerno de mi enemigo. Surgieron, y eran tantos que no me fue posible contarlos.

-¡No me dejes!- supliqué a la vaca.

Pero ella ya se había ido.

Ahora hay una mesa de piedra en la orilla del bosque. Mi cuerpo inerte yace debajo de ella.

Muchos pájaros se cobijan aquí de la nieve en los días de invierno. Al correr de los meses, sobre el túmulo crecen prímulas y madreselvas, y repiquetean las gotas de lluvia. Después, arde la roca en el silencio del estío. Y llega el viento frío, y regresan los pájaros.

Desde lo oscuro, escucho a veces el retumbar en la tierra de los cascos de la vaca, cuando camina por el mundo buscando a algún guerrero.

Pa que no digan que si soy feminista de más y bla bla bla

Pa que no digan que si soy feminista de más y bla bla bla MORALEJA CELTA

El joven rey Arturo fue sorprendido y apresado por el monarca del reino vecino mientras cazaba furtivamente en sus bosques. El rey pudo haberlo matado en el acto, pues tal era el castigo para quienes violaban las leyes de la propiedad, pero se conmovió ante la juventud y la simpatía de Arturo y le ofreció la libertad, siempre y cuando en el plazo de un año hallara la respuesta a una pregunta difícil.

La pregunta era: ¿Qué quiere realmente la mujer?

Semejante pregunta dejaría perplejo hasta al hombre más sabio y al joven Arturo le pareció imposible contestarla. Con todo, aquello era mejor que morir ahorcado, de modo que regresó a su reino y empezó a interrogar a la gente. A la princesa, a la reina, a las prostitutas, a los monjes, a los sabios y al bufo de la corte... en suma, a todos, pero nadie le pudo dar una respuesta convincente. Eso sí, todos le aconsejaron que consultara a la Vieja Bruja, pues solo ella sabría la respuesta. El precio sería alto, ya que la Vieja Bruja era famosa en todo el reino por el precio exhorbitante que cobraba por sus servicios.

Llegó el último día del año convenido y Arturo no tuvo más remedio que consultar a la hechicera. Ella accedió a darle una respuesta satisfactoria a condición de que primero aceptara el precio: Ella quería casarse con Gawain, el caballero más noble de la Mesa Redonda y el más íntimo amigo de Arturo. El joven Arturo la miró horrorizado: era jorobada y feísima, tenía sólo un diente, despedía un hedor que daba náuseas, hacía ruidos obscenos. Nunca se había topado con una criatura tan repugnante. Se acobardó ante la perspectiva de pedirle a su amigo de toda la vida que asumiera por él esa carga terrible. No obstante, al enterarse del pacto propuesto, Gawain afirmó que no era un sacrificio excesivo a cambio de la vida de su compañero y la conservación de la Mesa Redonda.
Se anunció la boda y la vieja bruja, con su sabiduría infernal, dijo: Lo que realmente quiere la mujer es: "Ser la soberana de su propia vida". Todos supieron al instante que la hechicera había dicho una gran verdad y que el jover rey Arturo estaría a salvo.

Así fue, al oír la respuesta el monarca vecino, le devolvió la libertad.

Pero, menuda boda fue aquella... Asistió la corte en pleno y nadie se sintió más desgarrado entre el alivio y la angustia que el propio Arturo. Gawain se mostró cortés, gentil y respetuoso. La vieja bruja hizo gala de sus peores modales: engulló la comida directamente del plato sin usar los cubiertos, emitió ruidos y olores espantosos.
Llegó la noche de bodas. Cuando Gawain, ya preparado para ir al lecho nupcial, aguardaba a que su esposa se reuniera con él, ella apareció con el aspecto de la doncella más hermosa que un hombre desearía ver. Gawain quedó estupefacto y le preguntó qué había sucedido. La joven respondió que como había sido cortés con ella, la mitad del tiempo se presentaría con su aspecto horrible y la otra mitad con su aspecto atractivo.
¿Cuál prefería para el día y cuál para la noche? Qué pregunta cruel. Gawain se apresuró a hacer cálculos. ¿Quería tener durante el día a una joven adorable para exhibirla ante sus amigos y por las noches en la privacidad de la alcoba a un bruja espantosa? o ¿prefería tener de día a una bruja y a una joven hermosa en los momentos íntimos de su vida conyugal...?

Usted, ¿qué hubiera preferido, qué hubiera elegido?

La elección que hizo Gawain está más abajo, pero antes de leerla, toma tu decisión.
El noble Gawain replicó que la dejaría elegir por sí misma. Al oír esto, ella le anunció que sería una hermosa dama de día y de noche porque él la había respetado y le había permitido ser dueña de su vida.

¿Cuál es la moraleja? La moraleja está más abajo, pero antes de leerla, piensa en ello.

(la respuesta, al final del día)

je :-P


(extraído de "El_sabio_brownie", una comunidad de Pobladores)

Si Dios fuera mujer...

Si Dios fuera mujer... "¿y si Dios fuera una mujer?"
-Juan Gelman

¿Y si Dios fuera mujer?
pregunta Juan sin inmutarse,
vaya, vaya si Dios fuera mujer
es posible que agnósticos y ateos
no dijéramos no con la cabeza
y dijéramos sí con las entrañas.

Tal vez nos acercáramos a su divina desnudez
para besar sus pies no de bronce,
su pubis no de piedra,
sus pechos no de mármol,
sus labios no de yeso.

Si Dios fuera mujer la abrazaríamos
para arrancarla de su lontananza
y no habría que jurar
hasta que la muerte nos separe
ya que sería inmortal por antonomasia
y en vez de transmitirnos SIDA o pánico
nos contagiaría su inmortalidad.

Si Dios fuera mujer no se instalaría
lejana en el reino de los cielos,
sino que nos aguardaría en el zaguán del infierno,
con sus brazos no cerrados,
su rosa no de plástico
y su amor no de ángeles.

Ay Dios mío, Dios mío
si hasta siempre y desde siempre
fueras una mujer
qué lindo escándalo sería,
qué venturosa, espléndida, imposible,
prodigiosa blasfemia.

(Mario Benedetti)

El Discurso de la Felicidad

El Discurso de la Felicidad "El gran secreto para que el amor no nos haga desgraciados es tratar de no tener disputas con el amante, no manifestarle nunca solicitud cuando se enfría, ser siempre un grado más fría que él.Es algo que no nos lo devolverá, pero nada nos lo podría devolver: no hay nada que hacer, salvo olvidar a una persona que nos deja de amar.
... Es necesario que la razón aporte su consejo, no la razón que condena todo tipo de compromiso como contrario a la felicidad, sino la que, concediendo que no se puede ser demasiado feliz sin amar,busca que sólo amemos para nuestra felicidad...No hay que avergonzarse de haberse equivocado, hay que curarse, cueste lo que cueste, y sobre todo, hay que evitar la presencia de un objeto que no puede sino estremecernos, hacernos perder el fruto de nuestras reflexiones: porque en los hombres la coquetería sobrevive al amor; no quieren perder ni su conquista ni su victoria, con mil coqueterías saben reavivar un fuego mal apagado y mantenernos en un estado de incertidumbre tan ridículo como insoportable. Hay que cortar por lo sano, hay que romper sin retorno; es necesario, dice el señor de Richelieu, romper la amistad y desgarrar el amor... En la edad madura, la razón debe entrar en juego, a ella le corresponde hacernos sentir que debemos ser felices, cueste lo que cueste."

(Madame du Châtelet, El Discurso de la Felicidad)

El Recurso de la Hormona

(o la culpabilización de la Primavera)

Vengo observando, desde hace algún tiempo, esa reacción estúpidamente común a muchos varones de mi generación. Bueno, y a algunas mujeres, las cuales (quiero creer) no se han parado a pensar en la animalada que están diciendo de sí mismas.
Digo varones de mi generación porque ocurre menos, o yo no lo he detectado, con los que son más jóvenes.
Pongamos que mi generación es la que nació en los sesenta, para entendernos.
Y digo "muchos" varones porque no son todos, afortunadamente.
Son sólo los más listos y enterados de las cosas psicológicas de la vida y tal. Bueno, conozco a un camionero que ha aprendido en el mundo real y les da mil vueltas a los lectores, relectores y sabihondos de toda laya que no han asimilado ni una palabra de los libros que se han tragado enteros sin digerir. Y no han asimilado ni una palabra porque sus propios mecanismos de defensa no se lo han permitido. Porque sólo leen para autoafirmarse en sus cuatro estereotipos de andar por casa, con los que van mal-funcionando desde que tenian diecisiete años; manteniendo, en cambio, los ojos y las orejas bien cerrados a todo lo que pudiera enseñarles que se equivocan. Así que es como si no leyeran: o peor, porque se aprenden de carrerilla categorías, frasecitas y definiciones que les vienen al pelo luego, cuando les conviene aplicarlas traídas por los pelos.

Estoy hablado del recurso de la hormona o la culpabilización de la primavera.

Resulta pasmosamente común todavía (y lo que nos queda por delante, me temo) que una mujer exprese su indignación y enfado ante el comportamiento deficiente de un hombre y éste, en lugar de poner ni por un segundo en tela de jucio su propia manera de actuar, presuma, con toda la sospechosa inmediatez de quien se siente pillado en falta, que la mujer es víctima de sus estrógenos o de algún alboroto psíquico atribuible al cambio de estación. Y así se lo manifieste, por lo general con sonrisita de suficiencia.

Y lo cierto es que esa acusación tan descalificadora e injusta, no pretende sino imponer la sumisión a la mujer. Ya que no es tan fácil hoy en día, en los países occidentales, silenciar a las mujeres bajo un velo que las haga desaparecer como personas con criterio y sentimientos propios, se procede a descalificar sus palabras por el repugnante procedimiento de hacer creer que son víctimas de una locura transitoria que invalida el contenido de lo que están diciendo.

Pues no.

Piensen lo que les parezca, señores. Mi endocrino está muy contento con el funcionamiento de mis hormonas y la primavera, mayormente, lo que me produce es una alergia al polen de tres pares de huevos.

Claro que yo tengo agravante. Y aquí paso a personalizar y a contar mi vida. Vida que a mí me mola mucho, pero que a otros no les debe parecer tan molona.

Señoras y señores: soy culpable.

¿Por qué soy culpable?

Pues muy sencillo: porque sufrí un episodio depresivo, con tratamiento psicológico y farmacológico (Prozac, PROZAC, repito,por si no se lee bien). Esto, por supuesto, me convierte en una gilipollas crónica que no sabe lo que está diciendo. Ergo: si me engañan, me ningunean, o insultan a mi inteligencia de cualquier forma, lo que tengo que hacer es callarme y aguantarme, que para eso soy culpable.

Porque, faltaría más, existe una espada de Damocles sobre mi tonta cabecita, y es la eterna sospecha de que no sé lo que estoy diciendo: las hormonas, la primavera, la depresión, la medicación, la no-medicación, la psicóloga, el no haber acudido esta semana a la psicóloga, o cualquier otro factor derivado de mi debilidad mental, es lo que habla por mi boca.

Y no yo, legítimamente herida o cabreada. No, eso no. ¿cómo va a ser eso?

Soy mujer, luego estoy loca por culpa de las hormonas.

Soy sensible, luego estoy loca por culpa de la primavera.

Soy paciente de psicoterapia, luego estoy loca sin más.

Para colmo, tengo carácter, siempre lo he tenido, apañada estaría si no lo tuviera, y no me dejo aplastar ni por la madre que me parió. Por lo tanto, tengo muy mala leche y soy una borde. ¡Ah!: y una malhablada.

¿Y lo comodísima que resulto para todo el que me quiera hacer una putada? ¿Eh? Para todo el que se quiera sentir listo e interesante sin serlo. Para todo el que quiera tener razón a toda costa sin tenerla. ¿En qué otro lugar del mundo se la darán más que conmigo? Porque, claro, si yo no se la doy, como estoy loca...Ah...pues eso, que estoy equivocada.¡ Claro, claro, como está loca la pobre...!

Vamos, si deberían hacerme un monumento.

O pagarme por lo menos, coño.

Lo dicho: El Recurso de la Hormona. Acuño el término como la quintaesencia de la estupidez humana, cuando quiere simular listeza.

¿Es que no oís los gritos?

QUEREMOS LA VERDAD YA

Eterna Sombra

Eterna Sombra

(Miguel Hernández)

Yo que creí que la luz era mía
precipitado en la sombra me veo.
Ascua solar, sideral alegría
ígnea de espuma, de luz, de deseo.

Sangre ligera, redonda, granada:
raudo anhelar sin perfil ni penumbra.
Fuera, la luz en la luz sepultada.
Siento que sólo la sombra me alumbra.

Sólo la sombra. Sin rastro. Sin cielo.
Seres. Volúmenes. Cuerpos tangibles
dentro del aire que no tiene vuelo,
dentro del árbol de los imposibles.

Cárdenos ceños, pasiones de luto.
Dientes sedientos de ser colorados.
Oscuridad del rencor absoluto.
Cuerpos lo mismo que pozos cegados.

Falta el espacio. Se ha hundido la risa.
Ya no es posible lanzarse a la altura.
El corazón quiere ser más de prisa
fuerza que ensancha la estrecha negrura.

Carne sin norte que va en oleada
hacia la noche siniestra, baldía.
¿Quién es el rayo de sol que la invada?
Busco. No encuentro ni rastro del día.

Sólo el fulgor de los puños cerrados,
el resplandor de los dientes que acechan.
Dientes y puños de todos los lados.
Más que las manos, los montes se estrechan.

Turbia es la lucha sin sed de mañana.
¡Qué lejanía de opacos latidos!
Soy una cárcel con una ventana
ante una gran soledad de rugidos.

Soy una abierta ventana que escucha,
por donde ver tenebrosa la vida.
Pero hay un rayo de sol en la lucha
que siempre deja la sombra vencida.

Madrid

.

Contigo

Contigo Yo no quiero un amor civilizado,
con recibos y escena del sofá;
yo no quiero que viajes al pasado
y vuelvas del mercado
con ganas de llorar.
Yo no quiero vecinas con pucheros;
yo no quiero sembrar ni compartir;
yo no quiero catorce de febrero
ni cumpleaños feliz.

Yo no quiero cargar con tus maletas;
yo no quiero que elijas mi champú;
yo no quiero mudarme de planeta,
cortarme la coleta,
brindar a tu salud.
Yo no quiero domingos por la tarde;
yo no quiero columpio en el jardín;
lo que yo quiero, corazón cobarde,
es que mueras por mí.

Y morirme contigo si te matas
y matarme contigo si te mueres
porque el amor cuando no muere mata
porque amores que matan nunca mueren.

Yo no quiero juntar para mañana,
nunca supe llegar a fin de mes;
yo no quiero comerme una manzana
dos veces por semana
sin ganas de comer.
Yo no quiero calor de invernadero;
yo no quiero besar tu cicatriz;
yo no quiero París con aguacero
NI TE QUIERO SIN TI.

No me esperes a las doce en el juzgado;
no me digas "volvamos a empezar";
yo no quiero ni libre ni ocupado,
ni carne ni pecado,
ni orgullo ni piedad.
Yo no quiero saber por qué lo hiciste;
yo no quiero contigo ni sin ti;
lo que yo quiero, muchacho de ojos tristes,
es que mueras por mí.

Y morirme contigo si te matas...

(Joaquin Sabina- Antonio García de Diego - Pancho Varona)

Inevitable

Inevitable Si es cuestión de confesar,
no sé preparar café
Y no entiendo de futbol.

Creo que alguna vez fui infiel
Juego mal hasta al parques
Y jamás uso reloj.

Y para ser más franca, nadie
Piensa en ti como lo hago yo
Aunque te dé lo mismo.

Si es cuestión de confesar
Nunca duermo antes de diez
Ni me baño los domingos.

La verdad es que también
Lloro una vez al mes
Sobre todo cuando hay frio.

Conmigo nada es facil
Ya debes saber
Me conoces bien.

(Y sin ti todo es tan aburrido)

El cielo está cansado ya de ver
La lluvia caer
Y cada día que pasa es uno más
Parecido a ayer
No encuentro forma alguna de
Olvidarte porque
Seguir amandote es inevitable.

Siempre supe que es mejor
Cuando hay que hablar de dos
Empezar por uno mismo.

Ya sabrás la situación
Aquí todo esta peor
Pero al menos aun respiro.

No tienes que decirlo
No vas a volver
Te conozco bien.

(Ya buscaré qué hacer contigo)

El cielo está cansado ya de ver
La lluvia caer
Y cada dia que pasa es uno más
Parecido a ayer
No encuentro forma alguna de
Olvidarte porque
Seguir amandote es inevitable.

Siempre supe que es mejor
Cuando hay que hablar de dos
Empezar por uno mismo...

(Shakira, Inevitable)

-Imagen.: "The Siesta", Frederick Arthur Bridgman, 1878. (Smithsonian)

Eros durmiente

Eros durmiente No es el de la imagen. En realidad es más bonito -o a mí me lo parece-, pero bueno, guarda cierta similitud.
Es el Eros Funerario del Museo Arqueológico Nacional, en Madrid. Se encuentra en una pequeña sala, que es apenas un rincón de transición entre otras dos muy grandes. Un rincón del Museo tranquilo y poco frecuentado, que le va muy bien.

La cartela informa:

"Eros Funerario, siglo I, Elche (Alicante). Estatua de un Eros alado dormido, representación alegórica del sueño eterno de la muerte. Descansa sobre la clava y la piel de león, atributos de Hércules, aquí como símbolo del triunfo sobre la muerte que otorga la recompensa de la inmortalidad".