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La opinión ajena

La opinión ajena

"Yo creo que, en general, dejando aparte la opinión de los expertos, se hace demasiado caso a las opiniones de otros... Como regla básica, uno debe respetar la opinión pública lo justo para no morirse de hambre y no ir a la cárcel, pero todo lo que pase de ese punto es someterse voluntariamente a una tiranía innecesaria.
No tiene sentido burlarse deliberadamente de la opinión pública; eso es seguir bajo su dominio, aunque de un modo retorcido. Pero ser auténticamente indiferente a ella es una fuerza y una fuente de felicidad.
...Ya no hay necesidad de depender de los vecinos inmediatos para tener vida social. Cada vez es más posible elegir las compañías en función de la afinidad. La felicidad es más fácil si uno se relaciona con personas de gustos y opiniones similares...podemos confiar en que de este modo se reduzca poco a poco, hasta casi desaparecer, la soledad que ahora aflige a tantas personas no convencionales. Indudablemente esto aumentará su felicidad, pero también está claro que reducirá el placer sádico que los convencionales experimentan ahora teniendo a los excéntricos a su merced.
El miedo a la opinión pública, como cualquier otra clase de miedo,es opresivo y atrofia el desarrollo. Mientras este tipo de miedo siga teniendo fuerza, será difícil lograr nada verdaderamente importante, y será imposible alcanzar esa libertad de espíritu en que consiste la verdadera felicidad, porque para ser feliz es imprescindible que nuestro modo de vida se base en nuestros propios impulsos íntimos y no en los gustos o los deseos accidentales de los demás."

(Bertrand Russell. La Conquista de la Felicidad)

Sin concha

Sin concha

Alguien me ha esemeseado hoy : "¡Perezosa! Cinco días sin escribir en tu blog".
Vale, peeeero.... he adelgazado cinco kilos en un mes. Hasta el cerebro me ha adelgazado, creo yo. Y no se puede estar a todo, joven.
( Ojalá me adelgace el cerebro. Yo quiero ser descerebrada.)
De todas maneras, la moda de este otoño en mi domicilio es no agobiarse. Yo fomento en estos días un sentirme ligera e indiferente a todo, como si fuera un condón -con dobladillo- en lo alto de la cabeza de Dumbo. Pasando de todo y a mirar cómo los elefantes menean las orejas.
Y eso que a veces me acuerdo de lo que sucederá en un futuro no lejano: que seré relegada al olvido cuando ya no resulte necesaria.
Como siempre.
Y no sé si esto se ha convertido en un proceso inevitable; en una realidad cíclica, dolorosa, cíclica, dolorosa, cíclica....
O si soy yo, que creo sentirme ligera e indiferente y en realidad estoy tan vulnerable como un caracol sin concha.
De ser así, ya no puedo defenderme. Ni tendré ganas de sentir enfado.
Cualquier soplo de viento será capaz de tumbarme.

Qué Quiere Decir Nunca

Qué Quiere Decir Nunca

No es bueno, pero eso no es importante.
Importa que hace justo un año que lo escribí, y que lo siento como algo completamente mío, como una parte de mí misma hecha letras, hasta donde las letras pueden ser pedazos de uno mismo. Que es mucho.
Puede que algún día llegue a ser más largo o puede que la idea que (casi) contiene: que la locura es parte del corazón humano y no es posible huir de ella porque siempre nos viene a buscar, se haga más amplia. Que el muro se convierta en un laberinto de muros. Que la hiedra crezca y caiga por el otro lado con su inscripción de sangre y entonces aparezca el rostro del poeta...
Pero así, como está, lo escupí porque entonces necesitaba escupirlo, y luego todo fue mucho más claro.
Y me gusta revivir esa imagen de los seres de pesadilla abandonados en el jardín. No mi forma de escribir, porque odio releer lo que he escrito, pero sí la imagen.
Creo que todos tenemos ese jardín tapiado y esa puerta cerrada, con sus criaturas al otro lado. Que algunos pobres desdichados viven allí y no pueden salir. Que la mayoría de nosotros ni siquiera (nunca) nos aproximamos al muro y a la puerta.
Y que algunos privilegiados entran y salen, y no se pierden. Pero son los menos.

.....................

Al fondo del jardín hay una puerta cerrada.

El Poeta se marchó por ella hace tiempo. Dos vueltas de metal y un portazo. Y luego el chirrido de muchos días arrastrándose en fila, uno detrás de otro. Los innumerables días de su ausencia.

Así fue como el Poeta nos abandonó, y así fue invadido nuestro jardín por la tristeza.

Sin embargo, es verdad que todavía podemos presentirle muchas veces.

Algunas tardes, si prestamos atención, conseguimos oírle pasear al otro lado del muro, por la arboleda vecina.

Crujen las hojas caídas bajo sus pies cansados.

Su respiración acompasada, pacífica, nos adormece como una nana.

Entonces, nos miramos unos a otros con un gesto cómplice y concentrado. Nos abrazamos fuerte para imaginarle juntos: sí, es él. Está recorriendo lentamente las sendas umbrías del jardín vecino, con su libro entre las manos. Es él.

Luego están esas noches de luna llena en las que centellea el hielo sobre las columnas de mármol. Nos cobijamos juntos del frío, bajo los tréboles, y nos susurramos su nombre. Muy quedo, al oído. Porque su nombre es un secreto.

Al unísono, quisiéramos y no quisiéramos que nos oyera: ¡claro que aún le amamos!. ¿Cómo no amarle a él, al Poeta?. Pero no, no osaríamos turbar la paz, libremente elegida, de su exilio voluntario.

También bajo el cielo azul purísimo de la primavera, solemos sentarnos en círculo entre los rododendros. Intentamos descifrar esa palabra: " nunca". La última que pronunció antes de atravesar la puerta del jardín.

Es que no entendemos qué quiere decir "nunca".

Al fin y al cabo, nosotros no somos más que las criaturas imaginarias de su mente. Él nos soñó, nos dibujó, nos compuso, nos dio forma... Y después se marchó.

LLoramos quedamente en los momentos tristes, cuando comprendemos la verdad: que se fue porque dejamos de agradarle nosotros, sus propias creaciones. Que al final nos odiaba y nos llamaba sus pesadillas. Sus obsesiones, sus monstruos, sus quimeras. Su locura.

Y que renegó de nosotros porque le causábamos pavor.

Pero, ¿qué querrá decir "nunca"?....No hemos dejado de darle vueltas a esa extraña palabra.

Por fin, escuchando a nuestro corazón, hemos escrito una lista con lo que creemos que significa .

La hemos escrito con nuestra sangre, sobre las hojas de hiedra del muro. Así, cuando la hiedra crezca y caiga por el otro lado, él no tendrá más remedio que leerla. La leerá, tendrá que hacerlo aunque le paralice el miedo.

Y esa lista dirá:

Vacío.

Tristeza.

Desesperanza.

Frío.

Abandono.

Desamor.

Nada.

Huída.

Soledad.

Derrumbamiento.

Muerte.

Porque creemos que, tal vez, todo eso quiere decir "nunca".

Light my fire

Light my fire

Hoy a las once son días extraños.

Come on, baby,light my fire;
pero entonces nos dibujaban los rayos
sobre las fachadas de cal.
Éramos millones: millones de niños
jugando bajo millones soles.

Soles y viñas.
Soles y montañas.
Soles y caballos.
Soles y rosas.
Soles y nubes.

Nubes tapando el sol.
Riders on the storm,
pero no lo sabíamos.
No todavía.
Ahora sí, pero ahora
ya son las once y son días extraños.

¿Quién fuiste en 1967?

La Cueva

La Cueva

Subo todos los atardeceres a lo más alto del risco.
Algunas veces llevo conmigo un libro y me abstraigo en su lectura hasta que me falta la luz. Entonces regreso al pueblo lentamente, mientras me invade un escalofrío inesperado bajo las ya tenues sombras de los árboles y de los cercados semiderruidos.
Otras tardes no llevo ningún libro a mi retiro vespertino, sino que me limito a mirar el paisaje y a tañer mi flauta.
Mis ojos recorren perezosos el semicírculo del horizonte, terminando siempre su periplo en el mismo punto: la gran oquedad de la cueva que se abre en el cerro de enfrente, justo al otro lado del barranco recorrido por el arroyo.

De niño escuché la leyenda de una princesa encantada que asomaba, veloz e incierta como una estrella fugaz, a la entrada de la cueva- su reino subterráneo- en algunos atardeceres de espejismo. Como en muchos otros lugares semejantes, por supuesto, tampoco en este pueblo faltaba quien afirmaba haberla visto o quien conocía a alguien que afirmaba haberla visto. Pura cháchara de viejas, pensaba yo.
Pero luego la ví aparecer en mitad de un ocaso de otoño. Y ella no huyó. Se quedó quieta, envuelta en su vestidura translúcida, los cabellos de plata al viento de la tarde, mientras me miraba fijamente aguardando a que yo me acercara.
Lo hice, pues, ¿cómo resistir a su llamada?. Recuerdo que atravesé el barranco a toda prisa, apenas consciente de hallarme en una esquina decisiva, y llegué apresurado junto ella, sólo para quedarme inmóvil, hechizado, ante su presencia mágica.
Ella parecía flotar detenida en el borde del precipicio, rodeada de atmósfera azul, igual que un girón de nube. Muchas veces he pensado que tal vez lo fuera.
Comenzó a hablar como si lleváramos conversando mil años.

-Soy demasiado vieja.- dijo-. Tus abuelos me buscaron y conversaron conmigo en aquellos días lejanos, cuando venían al monte con sus rebaños y sus perros de caza. Fui yo la que amó al más remoto de tus antepasados, aquel que llegó a este lugar a lomos de su caballo negro y clavó en el suelo la primera piedra del pueblo donde vives. Yo di a luz a su primogénito, el fundador de tu estirpe, cuando las espadas eran aún hojas de bronce con empuñaduras de plata. Mucho tiempo después de que él hubiera muerto, nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos aprendieron a mi lado a ser sabios y poderosos. Pero ahora estoy cansada. Incluso para mí, han pasado demasiados inviernos. Por eso voy a entregarte una última palabra y un regalo, y luego desapareceré para siempre.

Yo la miraba obnubilado: sus ojos violetas, su piel nacarada de niña, sus cabellos de plata cayendo en ondas suaves sobre los hombros frágiles. La túnica de agua, los blancos pies descalzos que tocaban apenas la roca del borde del precipicio, las manos que se mecían pausadas en el aire, creando a su alrededor pequeñas espirales de luz y de sombra.
Finalmente, mientras su silueta se volvía transparente por momentos, cobijada por el último rayo del sol, extrajo de un pliegue de su vestido un pequeño objeto y lo depositó en mi mano: era la flauta.
Apremiada, susurró en mi oído su palabra.
Pero desapareció y yo, torpe, torpe de mí, no logro recordar lo que me dijo.

Ahora, en ausencia de ella, a mi alrededor se hunden los muros de mi casa y la hiedra invade, inexorable, nuestras vidas.

Todos los atardeceres subo a este mismo lugar; toco una melodía e intento recordar.

Frente a mí, al otro lado, sólo queda una negra oquedad vacía.

O tal vez nunca hubo otra cosa que una negra oquedad vacía.



Para Elena.

Conocimientos

Conocimientos

Tengo un amigo del mejor tipo de amigos: los que te estimulan, los que no te dejan dormirte en los laureles, los que te dicen con la misma tranquilidad lo que haces bien y lo que no mola tanto que hagas.
Gracias a él he llevado a cabo cosas que antes nunca hacía porque yo misma me ponía cortapisas idiotas.
Por ejemplo, fue él quien me tiró de las orejas para que me soltara a conducir por el laberinto autopistero circunvalatorio de Madrid. Antes me cagaba de miedo sólo de pensar en meterme en la M-30. Ahora me recorro todas las emes habidas y por haber sin problemas.
Y esto no es ninguna tontería: para mí ha representado una de esas tareas que cuestan un mundo, pero que, cuando has conseguido dominarlas con tu propio esfuerzo, te suben la autoestima al Kilimanjaro.
Hoy he hecho otra cosa que antes... es queeee jooooo me dabaaa un corteee....: he comido en un bar de camioneros lleno de camioneros. Con calendarios de chicas tetonas y eso. Ninguna mujer, sólo la camarera y yo. La comida estaba buena y el sitio estaba limpio, ¿qué más da si yo estaba o no fuera de lugar?; ¿y qué es estar "fuera de lugar"?: pues no es nada, absolutamente nada. Una etiqueta. Nada.
Mi amigo parloteaba de política, su tema favorito, bla, bla, bla... y éramos una mesa de lo más animado porque los demás comían, callaban y miraban la tele.
Esa persona, mi amigo, es realmente especial, alguien que, de una forma o de otra, quiero conservar en mi vida mucho, mucho tiempo. Y yo creo que a él le pasa lo mismo conmigo. Ojalá.

Kilimanjaro

Kilimanjaro

Anoche soñé que navegaba por un río subterráneo, en una pequeña barca de madera. Era un río veloz y me costaba bastante mantener la barca a flote.
El río discurría por una gruta que horadaba el corazón de una montaña.
Yo no sabía dónde iba, ni cómo había llegado hasta allí. Sólo sabía que tenía que pelear con un timón difícil de manejar.
Además, nadando en el agua oscura había bichos sin ojos; bichos muy, muy asquerosos que no describiré ahora.
Conseguí, con gran esfuerzo, salir del túnel.
El río desembocó en un lago, a plena luz del día. Estaba en el corazón de Africa y veía ante mí el Kilimanjaro.
Y era una imagen bellísima después de la oscuridad.
Yo es que sueño así, a lo grande.
Nada del Aneto ni el cerro Garabitas: el Kilimanjaro, con dos cojones.
Va a ser el Espidifén.
Pero mola, mola mucho.

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La vida es rara, acojonantemente rara, aunque esto no sea más que una generalidad poco explícita, poco concreta y, por lo mismo, tal vez una simple frase sin contenido real.
Seamos concretos: la vida se ve rara en ocasiones. Ejemplo: sucede, cuando ya casi nada te sorprende, que el mundo se vuelve zurdo, como reflejado en un espejo, y así te das cuenta de que te sorprende todo.
Dos caras del mismo denario.
Yo no nací aprendida a desaprender, sino que me costó mucho lograrlo. Me cuesta mucho todos los días.
Desaprender tópicos y sumisiones. Desaprender, por encima de todo, las necedades que se inculcan a los niños para que aprendan a mentirse y a mentir, ya que, de lo contrario, podrían jugar a menudo a volver el mundo zurdo con el consiguiente desconcierto de sus mayores.
El mayor de todos los misterios, lo que nunca se nos dijo ni siquiera al oído, es que el Universo está por construir y lo estará siempre.
Que cada nueva percepción elegida lo desordena y lo vuelve a ordenar, como a las piezas de un mecano.
Que, como dijo Aute, sólo morir permanece como la más inmutable razón; vivir es un accidente, un ejercicio de gozo y dolor.
Por eso, quien pone reglas al juego, se engaña si dice que es jugador.
Y, si es perverso, sabe que se engaña pero continúa.

Enemigos

Enemigos

Anoche soñé que mataba ratas enormes con un spray.
Me sentía depredadoramente feliz cada vez que me cargaba a alguna. Sin piedad. Sin perdón. Una, otra, más...
Lo malo es que el spray no funcionaba muy bien (los sprays de los sueños no suelen hacerlo, como todo el mundo sabe) y algunas se escapaban por ahí, huyendo por habitaciones parecidas a los salones de El Gatopardo de Viconti, sólo que con las escayolas y los dorados arruinados, los mármoles del suelo llenos de agujeros y las paredes plagadas de manchas de humedad.
Las ratas son mis enemigos.
Mi enemigos míticos.
Creo que nunca se lo he contado a nadie, o tal vez a mi amiga MJ, pero la última rata viva y real que ví, no la olvidaré jamás.
Iba en mi coche con un amigo. Le llevaba a su lugar de trabajo, después de una tarde muy agradable juntos. No sé cómo - bueno sí: soy torpe para encontrar las calles- terminé en un callejón sin salida: una calleja de polígono industrial que pasaba por debajo de una vía del tren de cercanías, en las inmediaciones de la estación de El Pozo.
Al ver que aquello no tenía salida, frené para dar la vuelta. Entonces ví una rata enorme y negra parada allí delante.
Tuve una semi-ataque de pánico.
Mi amigo tuvo que hacerse cargo del volante y sacar el coche de allí porque yo ya no daba pie con bola.
Durante ese tiempo, la puta rata ni se inmutó. Estaba allí, mirando, con sus ojillos clavados en el coche, sin asustarse ni moverse un milímetro. Con claridad meridiana nos estaba diciendo que lo único que le impedía destrozarnos era su menor tamaño. Pero que no le faltaban ni las ganas ni el instinto.
Estaba anocheciendo. Era la tarde del diez de marzo de 2004. Al día siguiente, mientras escuchaba las noticias, yo pensaba por momentos en la rata. Para mí, el recuerdo del 11M va siempre unido a la imagen de aquella rata.
Siento que mis ratas son mensajeras de la crueldad.
Y por eso las mato en mis sueños.
Lo que pasa es que nunca se mueren todas.

Espejos

Espejos

"Las mujeres han servido durante todos estos siglos como espejos que poseen el mágico y delicioso poder de reflejar la figura del hombre al doble de su tamaño real. Sin ese poder, probablemente la tierra seguiría siendo ciénagas y selva. La gloria de todas nuestras guerras sería desconocida. Aún estaríamos arañando el contorno de los ciervos con los restos de un hueso de cordero y trocando sílex por pieles de oveja o cualquier ornamento simple que desease nuestro gusto rudimentario. ...Cualquiera que sea su uso en las sociedades civilizadas, los espejos son esenciales para todas las acciones violentas y heroicas. Por eso Napoleón y Mussolini insistieron tan enfáticamente en la inferioridad de las mujeres, porque si no fuesen inferiores, dejarían de engrandecer. Esto explica lo incómodos que ellos se sienten ante una crítica de ellas [...]. Porque si ella empieza a decir la verdad, la figura en el espejo se encoge."


(Virginia Wolf, citada por Shangay Lily en

http://www.shangaylily.com/libros.html

El Deseo

El Deseo

El deseo es el factor inexplicable. El factor subrepticio.
Imparable e inaudito, como una riada de glóbulos rojos en una calle cualquiera de una ciudad cualquiera.
El deseo es una sala de espera donde el tiempo, invariablemente, se dilata en exceso.
Es un vaso comunicante con el otro: con el Otro. El Otro. Él.
Y el tirón de una mano de gigante que se ha metido en tus entrañas haciendo caso omiso a tus protestas.
Y un severo repaso a todo aquello que diste por bueno sin fundamento alguno.
El deseo te hace correr con la mente detenida en un punto brillante.
Te hace cavar zanjas a toda prisa, antes de que florezcan los rosales.
Antes de que irrumpa la angustia y empiece a ajar los pétalos.
Los glóbulos, la espera, el otro, tus entrañas, aquel punto brillante, los pétalos, la angustia... El Otro. Él.

(Imagen: Luis Martín Duque, Desnudo Masculino)

Dragón

Dragón

Me gustan los dragones.

He leído que el símbolo que encarnan es terrible y poderoso:" lo elemental, lo primitivo...la energía animal que acecha en nuestro interior... la energía primigenia de la materia que puede ser desviada para propósitos buenos o malos..."(*)

Pero ésta es sólo una posible interpretación. No olvidemos que el dragón es el guardián de un tesoro. O de una princesa cautiva, que en este caso viene a ser lo mismo. El carcelero. Por eso el héroe, con gran peligro de su vida, tiene que atravesarlo con su espada y así liberar la belleza aprisionada.

"Una gran cantidad de oro y joyas ocultos en una cueva guardada por un dragón o una serpiente simbolizan el saber interior oculto en el subconsciente"(*)

"En el Occidente el Dragón siempre fue concebido como malvado. una de las hazañas clásicas de los héroes (Hércules, Sigurd, San Miguel, San Jorge) era vencerlo y matarlo. en las leyendas germánicas, el Dragón custodia objetos preciosos. Así, en la Gesta de Beowulf, compuesta en Inglaterra hacia el siglo VIII, hay un dragón que durante trescientos años es guardián de un tesoro. Un esclavo fugitivo se esconde en su caverna y se lleva un jarro. El Dragón se despierta, advierte el robo y resuelve matar al ladrón; a ratos baja a la caverna y la revisa bien. (Admirable ocurrencia del poeta atribuir al monstruo esa inseguridad tan humana.) El Dragón empieza a desolar el reino; Beowulf lo busca, combate con él y lo mata. "
(http://www.angelfire.com/comics/tenshi/dragones.htm)

Cada uno de nosotros tiene su propio dragón.
Y en realidad yo no creo que haya que matarlo, sino domesticarlo: convertirlo en una mascota. Esto ya es rizar el rizo, claro.
De todas maneras, lo que yo quería decir es sólamente que me gustan los dragones. Los iconos de dragones. Las figuras de dragones Tengo una pequeña en la mesilla de noche desde hace años, con su tesoro entre las patitas y todo.
Y el que más, el rey de todos los dragones es el que se ve (aunque no muy bien) en la foto: es de Gaudí y custodia la entrada de la Finca Guell.

Espero verlo de cerca algún día.

http://www.geocities.com/SoHo/7745/fi1.htm

(*)David Fontana, El Lenguaje de los Símbolos

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...hace muchos, muchos años, cuando éramos niños, logramos reunir un tesoro. Un montón de joyas de brillo asombroso que nos hacían sonreir. Luego vino el dragón y asoló el Reino...se quedó a la puerta de la cueva en cuyas profundidades aún yace el tesoro. Y no permite que nadie entre allí: es poderoso, es mortal y sabe causar daño, un daño profundo y duradero, como una extraña quemadura interior. De modo que hay que encontrar la espada adecuada, la más poderosa. Y pasar al otro lado. Porque al otro lado está.....

Jardín Oscuro

Hay un punto en el Universo en el que sorprendo a mi memoria volviendo infinitas veces, sin que yo sepa por qué.
Para mí es un lugar mágico. Es un puente sobre el Tajo, junto al palacio de Aranjuez.
Allí me he detenido y me he asomado con frecuencia. Miro al agua y, sin dramas, percibo la muerte. La veo como el olvido, como pasar a otra sala y no acordarme de lo que dejé en la anterior. Una vez escribí un poema allí mismo, en ese preciso lugar, porque sentí tan clara esa presencia de la muerte como si alguien me la estuviera explicando al oído con todo detalle.
Lo puse aquí, hace muchísimo tiempo.
Como la inmensa mayoría de mis textos, ya no me gusta. Más bien lo odio. Yo sólo puedo leer lo que he escrito cuando lo estoy repasando: al día siguiente no lo soporto. Me parece malísimo, pretencioso y lleno de fallos. No sé si lo es. Seguramente, aunque esto es lo de menos.
Lo terrible es esa manera tan intensa de experimentar emociones, sensaciones, lugares, olores, recuerdos.... No creo que nadie pueda entenderlo de verdad. Ahí pierdo el contacto con los demás y me siento completamente sola en el mundo.
Y no, no estoy exagerando.
El caso es que hoy yo paseaba por allí con mis sobrinos (tengo tres, como el pato Donald).
A ellos les gusta el sitio porque se ven los patos nadando abajo. Y porque, en la fuente de Hércules, que está cerca, nos hemos salpicado. Hacía viento.
Es muy posible que mi fijación por ese lugar se deba también a alguna escena de mi infancia que yo no recuerdo. Mi hermana y yo también íbamos allí con mis padres.
En el mismo lugar hay dos relojes.
Uno está en la fachada del palacio: siempre marca las seis en punto. Bueno, no creo que marque nada, sólo que las agujas están detenidas en posición vertical.
Otro es un grabado en la pileta de la misma fuente de Hércules. Es de sol, pero no tiene gnomon, que es la parte del sencillo mecanismo que haría sombra sobre las muescas. Luego, no marca ninguna hora.
La sensación allí es que tengo que recordar algo, algo importante, y no lo consigo.
Se me ocurren historias enteras mientras me asomo al río.
Es como si se abriera una compuerta.
Allí soy yo, yo misma. Muy bien, pero el problema es que no me siento a salvo.
Bueno, no sé por qué lo explico tanto. Ya sé que no se me entiende.
Además da lo mismo.
Estoy segura de que da lo mismo.

Conversación telefónica

Conversación telefónica

Él.-Buenas, que felicidades.
Yo.-Pues nada, que gracias.

........ (bla, bla, cosas de la niña esta que tenemos repartida y eso).....

Yo.-Pues hale, a la cama, que ya son horas.
Él.-¿A la cama solos o acompañaos?
Yo.-Pues tú no sé, yo sola porque ya no aguanto dormir con nadie. Otras cosas puede, pero dormir ná de ná.
Él.-¿Otras cosas?, ¿qué cosas?.
Yo.-Pues pocas cosas porque la cosa propiamente dicha anda muy malita.
Él.-Sí que anda malita la cosa, sí, pero creí que era para mí solo.
Yo.-Pues es para todos los españoles sin excepción.
Él.-Pues la gente se pasa el día largando que hace esto y lo otro.
Yo.-Nada, tú ni caso. Aquí no fornica nadie y el que diga que fornica, miente.
Él.-Tú qué sabrás.
Yo.-Pues sí que sé, porque son cuarenta y tres tacos ya.
Él.-Eso te pasa por cumplir años. Yo me paré en los treinta y de los treinta no paso.
Yo.-Sí, en los treinta bajo cero, no te jode.
Él.-Nada, a la cama que mañana hay que madrugar.
Yo.-Pues buenas noches tenga usted. Y muchas gracias.
Él.-Y que cumplas mil más.
Yo.-Eso, eso, pero sin achaques.
Él.-Adiós.
Yo.-Adiós.

Dilema

Dilema

Tengo las cervicales chungas. Me lo ha dicho hoy el médico. Lo normal es que las vertebras cervicales se alineen formando una suave S, al igual que el resto de la columna. De lo contrario, iríamos por el mundo rígidos como paraguas y no dejaríamos de caernos al suelo.
Pues yo las cervicales las tengo derechas, sin S. Parece que esto se debe a la tensión excesiva de los músculos de la zona sobre los huesos. Tensión excesiva que viene de las malas posturas en el trabajo, de la tendencia a contraer la musculatura del cuello a consecuencia del estrés y de otras jodiendas cotidianas repetidas durante años.
Hablando de curas-gimnastas morboso-musculosos, esto significa, entre otras cosas, que no puedo seguir haciendo pesas, poleas, prensas y lindezas semejantes. El médico dice que mejor haga natación. Me gusta nadar, pero ya me había acostumbrado a mi gimnasio y hoy, mientras estaba allí y sabía que quizá tenga que dejar de ir, sentía que perdía algo mío. Algo que aprecio. Y no hay muchos lugares que yo aprecie, la verdad.
Asi que no sé si empezar a hacer natación o seguir en el gimnasio, pero sólo en la cinta, la bici estática y las cosas que no me afecten al cuello.
No es un dilema tan sencillo como pueda parecer.
No se trata sólo de mi cuerpo.
Se trata de asumir un sentimiento de pertenencia, de integración en una pequeña sociedad, en un pequeño mundo donde he conseguido hacer cosas que nunca creí que sería capaz de hacer. Un recinto donde me he querido mucho.
O seguir siendo nómada y empezar de nuevo en otra parte.

También tendré que dormir en una almohada de esas.

Y tomar Espidifén, que me pone espidifenética, yo me entiendo.

Y,( oh, claro) perder peso. Para lo cual, van a clavarme agujitas. Me apunto a un bombardeo y me apunto a la acupuntura. Y a ver qué es de mí, señores.

Palabras Mayores

Palabras Mayores

Ella come pizza y dice:

-Si alguien murmura "amor mío" en tu oído mientras te abraza, quizá luego no has de sorprenderte de estar al día siguiente tan abstraída que suene el teléfono, y vuelva a sonar, y te digan:"Eh, ¡que suena el teléfono!", y te lo vuelvan a decir... Y tú no te enteres.
Así fue como se me perdieron ayer cinco minutos, de los cuales no recuerdo absolutamente nada.
El problema, el verdadero problema, es que no supe qué responder a ese "amor mío" y que sigo sin saber qué responder.
No puedo haberme vuelto insensible.
¿O sí?
¿Qué se contesta en un caso así?: ¿gracias, igualmente?; ¿y usted que lo vea?.
Lo que realmente me gustaría responder es un "te quiero", claro.
Pero es que le tengo mucho respeto yo a ciertas palabras. Porque, si uno dice te quiero, la vida de uno cambia sustancialmente y ya nada vuelve a ser lo mismo. Palabras mayores. Son palabras mayores.

Pues sí, bonita, sí. Tienes razón. Palabras mayores.

Ahora, que te repita eso de "amor mío", pero con la ropa puesta. :-))

Elegant Garden

Este cuadro de arriba se titula Elegant Garden.
Es obra de una pintora americana llamada Diane Romanello.
Yo no la conocía de nada hasta que ví una lámina de Elegant Garden colgada en la pared de la sala de espera del médico. En seguida me llamó la atención, de modo que anduve buscando en google.
Quizá en la imagen, como es pequeña, no se aprecia demasiado bien, pero muestra un pequeño paisaje algo brumoso, solitario en ese preciso momento y, sin embargo, maravillosamente construído y cuidado, a juzgar por su aspecto. Luego habitado, no se sabe por quién.
Elegant Garden. Pero, ¿cuál es el jardín elegante a que se refiere la autora?, ¿el de más allá o el de más acá de la verja?.
¿El observador se encuentra a punto de entrar o a punto de salir del lugar paradisíaco?
Suelo preguntármelo mientras espero para entrar en la consulta; quizá porque también yo aguardo el instante de atravesar una puerta.
Atravesar una puerta suele representar un momento decisivo, un acto no exento de cierto peligro, o de un gran peligro incluso, que puede cambiar radicalmente la vida de una persona.
En las tumbas egipcias, así como en las etruscas, se pintaban trampantojos de puertas, tal vez con la finalidad de que el alma pudiera entrar y salir libremente sin que irrumpiera en el mundo real, donde su aparición hubiera causado pavor a los vivos.
He visto pocos cuadros tan inquietantes como este Elegant Garden, aparentemente tan coqueto y civilizado.
Creo que ahí, ante esa puerta, podría suceder cualquier cosa.
Y, en fin, si yo me materializara en esa escena pictórica, atravesaría la verja entreabierta con la sensación precisa de estar haciendo algo irremediable.

Yo nunca dije que fuera buena

Yo nunca dije que fuera buena

¿De dónde habrá salido una idea semejante?
Seguramente es una idea cómoda, una idea zapatillas-de-andar-por-casa. Una de esas ideas que sólo sirven para hacer perder el tiempo a todo el mundo, y especialmente a mí.
Hay quien no me ve egoísta. Por Dios, que visite al oftalmólogo cuanto antes. Yo soy egoísta por convencimiento y por vocación, y me encanta serlo. Egoamante, incluso. Y no soy ególatra porque esto implicaría ponerme a adorar a alguien, tarea que encuentro ardua, innecesaria y contraria a mi arraigado sentido del hedonismo, aunque el objeto de adoración sea yo misma.

Hay quien se empeña en colocarme encima el personaje de coleguita simpática, comprensiva, amistosa y tal. Y yo soy así, claro que sí, pero sólo cuando y con quien decido serlo. Cuando decido que soy otra cosa, no me valen imposiciones de nadie. ¿Que al interfecto no le mola? Pues aquí paz y después gloria, y usted lo pase bien con otros coleguitas, que seguro que los tiene.

Y es que es incomodísimo que te impongan la etiqueta de buena. No por buena, sino porque te la imponen. Claro, como te metan en un estereotipo tan falso como ajustado a sus necesidades, o a su capricho, estás perdida: ya no ven más allá de sus narices. Ya no te ven como eres, sino lo que les da la gana ver. Ya puedes tú andar ejerciendo de fenómeno meteorológico-que es lo tuyo-, que dirán: "Uy, qué brisa se está levantando, mire usted. Bueno, bueno, ya pasará".
Es que, claro, resultas mucho más conveniente de brisilla que de tornado.
Y cuando la brisilla no pasa (porque no puede pasar, ya que no existe como tal brisilla) entonces menean la cabeza con gesto de preocupación y dicen: "Uy, uy, parece que refresca, pero no deja de ser una brisa, ya pasará, bla, bla, bla."

Y bla.

Pues nada, nada. Allá películas, pa qué vamos a discutir.

Pero qué cansancio, por favor.

El Retonno

El Retonno

Hoy he vuelto al seno de la Santa Madre Administración, esa mujer pública.
El muchacho nuevo, el de Albacete, parece muy apañao y muy dispuesto. De Albacete y eso. Lo dice él mismo, que es de Albacete, no es que pretenda yo adjudicar procedencias fantasiosas a nadie.
La cosa informática fallando, como siempre que no está mi jefe y servidora se halla en pleno proceso de que le caiga encima la losa de la responsabilidad esa. Mañana o pasado habrá un par de altercados de orden público: pasa siempre cuando es menda la que toca que dé la cara. Ley de Murphy, creo que lo llaman.
¿De dónde se habrán sacado que yo sea capaz de hacerme responsable de nada? Pues eso es porque no han visto cómo tengo la cocina ahora mismo, que tengo la ventana cerrada para que las vecinas no vean el desorden: no vaya a ser que me denuncien a los servicios sociales y éstos vayan y me quiten la custodia del gato.
Si voy a la Dirección Provincial y lloro desconsolada, de rodillas ante la puerta del despacho de la directora, ¿se creerán de una buena vez que soy una irresponsable, una inmadura y una completa discapacitada para todo lo que no sean las tareas más simples?
¿Me darán una baja por depresión, enternecidos por mis lágrimas?
¿Me darán una gratificación en metálico para que me calle de una puta vez?
¿Me darán una patada en el trasero, para que el mismo no estorbe a las señoras de la limpieza en su quehacer cotidiano?
Casi que no voy, por si acaso.
¡Ay!
Sólo me consuela el hecho de que aún me queda una semanita de vacaciones en Octubre y unos diítas para Navidades. Je.

El Chisme y Yo

El Chisme y Yo

No tengo ni idea de por dónde me viene la aversión al teléfono.
Una podría ser tímida y tal. Podría ser una persona con problemas para comunicarme. Pero no es el caso, no.
Hombre, tampoco es que tenga vocación de relaciones públicas, pero así, en vivo y en directo, hablo cuando tengo ganas de hablar y me gusta escuchar también. Y me gusta mucho reirme con las personas reidoras. Y hablar de temas y eso, tomando un café. A los dependientes, camareros, etc. me dirijo muy buenamente, con amabilidad y casi siempre con una sonrisa, porque están las criaturas trabajando y yo sé lo jodido que puede llegar a ser el trato con el público.
Luego está lo de mi psicóloga, lo que hablo delante de ella. Que hay que echarle un par para hablar de ciertas cosas mientras miras a los ojos a una persona que apenas conoces, por muy psicóloga que sea. Bueno, lo de "apenas conoces" vale para el principio, que ahora ya nos une una relación con solera de años.
Por escrito no sólo me comunico, sino que me encanta.
Vamos, que no hay mayor problema.
Entonces, ¿qué me pasa a mí con el teléfono?
Sé de buena tinta que existen personas que oyen sonar el aparatejo y hasta se ponen contentas. O no se ponen de ninguna manera, sólo lo cogen y ya, sin hacer tragedias griegas.
Yo, cuando le oigo sonar, pienso: "Vaya, ¿quién será el pelmazo?". O directamente decido que no lo cojo, a no ser que se trate de alguien de la familia más cercana. Casi siempre termino por cogerlo, pero haciendo un esfuerzo de voluntad importante. (Esfuerzo que espero se me valore, por cierto, ya que no es ninguna tontería).
Esto es una fobia, ni más ni menos.
Una fobia sin explicación. A mí nunca me ha pasado nada con ningún teléfono: jamás aparato alguno ha intentado asesinarme, ni siquiera cuando tenían cable.
Y es chungo, la verdad, porque, primero: tengo amigos muy queridos que viven lejos. Segundo: que puede pasar cualquier cosa interesante y yo encontrarme en pleno ataque de anti-telefonitis, y no enterarme.
Tercero: que la gente termina por hartarse, porque no siempre entienden que tengo un verdadero problema y se creen que les estoy dando esquinazo.
¿Y en el trabajo? Pues lo cojo, claro. Pero con disgusto.
Véase el caso: yo he hablado algunas veces con mi super-jefa, así in person. He dicho lo que tenía que decir, sin alterarme ni ponerme nerviosa ni ná. Y, con la misma persona, por teléfono, he tenido por dentro un verdadero ataque de pánico con sudores fríos incluídos.
Ni mi psico se lo explica.
Voy a tener que poner solución, coger al toro por los cuernos y empezar a llamar yo a diestro y siniestro, hasta que la angustia se reduzca a un puntito fácilmente ignorable.
Que se preparen, je.