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Kiribati

Buceando

No tengo ganas de ná

No tengo ganas de ná De mañana no pasa:Pharmaton Complex.

Y no sé qué escribir.

Me he quedao sin pilas.

Voy a tumbarme.

Palabras

Palabras Tengo miles de palabras tuyas guardadas, en las trescientas seis cartas que me escribiste en estos años.
Como te decidiste a permanecer tan lejos y tan cerca...
Y verás: trescientas seis cartas son muchas cartas.
Acuérdate que apareciste de pronto, como una corriente de aire que empuja y abre la ventana, sin que nadie lo pudiera evitar. Cuando levanté la cabeza, ya estabas allí.
"¿Se te puede no querer?, me preguntaste, "¿es que acaso se te puede ignorar?".
No te diste cuenta, pero yo me preguntaba lo mismo sobre ti.
Luego pasaron años; años, sí...¿y a dónde fueron?.
Lo malo es que anoche me percaté de que te habías vuelto translúcido, como si el agua de una lluvia poderosa te estuviera borrando.
Hoy, al amanecer, eras ya completamente transparente.
Y ahora mismo, dirijo la mirada hacia ti y apenas si se te distingue como una tenue silueta dibujada en la pared.
Sí, claro, mi sentimiento es el mismo, eso no se ha borrado, pero, ¿cuánto durará sin tu presencia? No confíes tanto en mi memoria: ya soy casi una mujer anciana. Y tú eres aún más anciano que yo.
Pero dime, ¿es que acaso vas a dejarte borrar sin más?
¿No vas a rebelarte, ni a protestar siquiera un poco?
¿Cómo puedes permitir que te olvide, que transcurra más tiempo y que, un día próximo, ni siquiera recuerde ya tu nombre?
¿Cómo puedes, dí?
¿Tantas palabras para eso?
Yo creía que estábamos tejiendo un tapiz con ellas, o una alfombra mágica para poder volar hacia los Mares del Sur, en esos días en que hace tanto frío aquí fuera.
Y resulta que sólo arrojábamos sopas de letras a la nada.

Lástima.

De verdad: lástima.

AZUL

AZUL Música del mar en los fiordos,
azul,
tormenta,
espuma,
incógnita:

Salpica con rocío
los tréboles del amanecer;
tiñe en cobalto intenso
las gotas que se deslizan
formando torrentes donde beben
los duendes,
los saltamontes,
las libélulas,
las hadas,
las criaturas sin nombre.

Sopla en mi oído, espectro.
Cántame la canción
que se saben todas las ballenas.
Quiero oir de tus labios
qué quiere decir nunca.

Nube pálida.
Luna de azafrán.
Sol oscuro.
Segundo.
Siglo.
Infancia.
Corazón cansado.

Ella_En_El_Cielo.
Él_En_La_Sombra.

Ven,
y trae de tu mano la poesía.

Estoy cansada

Estoy cansada No se imagina nadie hasta qué punto.
Lo único que me retiene en esta oficina, sin pedir traslado, es la cercanía a mi casa. Claro que esto es una gran ventaja: tardo cinco minutos en coche y quince andando.
Pero es que mi oficina está llena de impresentables. Y son casi doce años aguantando a impresentables, todos los santos días laborables del Señor. Y , en una oficina de la Administración donde se atiende mucho público y cuya tasa de funcionarios impresentables está claramente por encima de la media, el trabajo que a estos últimos no se les pone en los cojones hacer, recae sobre los demás.
La cosa es que no sé si, pidiendo el traslado, me voy a meter en otro nido de impresentables, porque esas cosas no se suelen ver hasta que uno está dentro. Y encima más lejos de mi casa. O sea, la historia de más vale lo malo conocido.
Por otro lado, trabajar tantos años en el mismo sitio y con la misma gente, termina por resultar una condena. Sólo por cambiar de aires, tal vez mereciera la pena.
No sé.
Como siempre, ando hecha un lío. Y eso me cansa más todavía.

Arde en tus ojos...

Arde en tus ojos... Arde en tus ojos un misterio, virgen
esquiva y compañera.

No sé si es odio o es amor la lumbre
inagotable de tu aljaba negra.

Conmigo irás mientras proyecte sombra
mi cuerpo y quede a mi sandalia arena.

—¿Eres la sed o el agua en mi camino?
Dime, virgen esquiva y compañera.

A.Machado

Pandemonium Queen

Pandemonium Queen Pandemonium Queen nunca ordena su habitación.
Después no encuentra sus vaqueros y se enfada.
Tiene los ojos verdes, como una náyade, el cabello oscuro y las manos muy blancas.

Pandemonium Queen pregunta cómo funciona el mundo, y luego se queda pensando cuando escucha la respuesta. No, no está de acuerdo.
A veces se escapa a su Universo, con los auriculares en las orejas, mientras come doritos y mira al techo.
Nadie sabe en qué piensa.

Pandemonium Queen escribe maravillosos poemas:

"Déjame correr hacia el bosque
donde todo cobra vida por la noche,
déjame dormir en el lecho
de corales cansados de su nombre".

Pedalea en su bici que no va a ninguna parte.
Se ríe por lo bajo leyendo mensajitos en el móvil.

Pandemonium Queen se disfraza de Morticia, con su sombrero negro y sus gafas de sol.
Se ríe de las Letizias y las barbies-rosa-chicle, mientras pone la música demasiado alta.
Y, claro, cambiará el mundo, hacia un futuro utópico en el que no existirán las verduras.
Sólo pollo frito y zumo de piña.
Y canciones de los míticos rockeros que no conoció, asi como las pelis de los hermanos Coen.

Va y viene sin dar explicaciones, se esconde, llora, canta, aparece, desaparece, se pelea, se ríe a carcajadas. Para luego enroscarse, convertida en suaves plumas, ("mi mami, cuáááááánto quiero a mi mami guaaaaapa...")convertida en gatito, como cuando tenía dos años. Convertida en la niña que es.

En la Belleza que es.

Espuma de Té Verde

Espuma de Té Verde Ahora huele a esa hierba. Suena un sitar y la luz de la tarde traerá pronto a los viejos amigos.
Aquí están, ya van llegando: son los recuerdos.
Y son tan bonitos...
Como pequeños icebergs de colores, flotan en la superficie del agua. Igual que velitas de adorno, inofensivas bujías alegres que se dejan reflejar en tus pupilas.
Pero hay que tener mucho cuidado con ellos, ya que resultan francamente peligrosos. Si te descuidas, te raptan, te atrapan y te arrastran hacia el fondo más profundo, allí donde reside el secreto que nadie puede desvelar impunemente.
Allí donde nunca te atreviste a mirar, en el enigma poderoso cuyo nombre ni siquiera deseas pronunciar.
Porque su nombre es Tú.
Así que, ¡cuidado!
Cuidado con la espuma de té verde.

Moon Sea

Moon Sea ...Tuve un amante que ensalzó mis caderas
y mi forma de amar intensa y silenciosa.
Podría ser aún como un río de luz en tus brazos.
No sé qué te retiene, si furtivo, he visto
un destello de ardor en tu gesto al pasar.

Can I go forward when m y heart is here?

No conozco la astucia,
no soy como la hoja del chopo
que en oruga se oculta y arracima
antes de dar su tierno cuerpo al viento,
soy clara y sin pudor,
soy entera y tajante,
y no sé seducir.

"Eros" 1981

(Clara Janés)

Yo

Yo Hace mucho, muuuuuucho tiempo, en un lejano país... Cuando aún no se había inventado el huevo Kinder ni las palomitas de microondas, había una niña que se lo creía todo, aunque jamás hubiera sospechado hechos como el que los escoceses, bajo la faldita, llevaran el culo al aire.
Por cierto, esto aún me sigue resultando asombroso.
Con el frío que hace por allí, tendrán sabañones en los huevos las pobres criaturas.
Bueno, me estoy alejando del tema.
El caso es que iban fotógrafos por los coles y hacían su negociete sacando retratos a los niños, para que luego los compraran los papás.
A mí me parece que este fotógrafo, el de esta foto mía que me he encontrado en un viejo álbum, y que mis amigos M.J. y R. han tenido la gentileza de escanear, bueno, el fotógrafo éste era bastante bueno.
Aunque la modelo no desmerece, ¿eeeeh?

El Duende Azul

El Duende Azul Suele dejarse ver cuando ya se aproxima el abismo.
En una noche cualquiera, observarás que la luna se vuelve tan brillante como una medalla de plata recién bruñida. En seguida aparecerá él, primero envuelto en un polvillo argénteo y luego convertido en una silueta diáfana dibujada en añil. Solo, muy solo en el centro de la noche. Y silencioso, aunque, al escuchar atentamente, sentirás una ligera melodía de hojas de acacia mecidas por un viento de verano.
Si te quedas quietecito, como un niño muy, muy bueno, te elevará por los aires, te columpiará entre sus grandes manos y volverás a ser pequeño y confiado. Da un poco de vértigo pero también da mucha risa, igual que si te hicieran cosquillas.
Después te acunará junto a su pecho.
Y dormirás.
Dormirás, porque para eso ha venido: para dormirte.
Para acariciar los puntitos eléctricos de tu cerebro, de forma que la vida no te duela más que lo imprescindible.
Sólo él, el Duende Azul, sabe llevar a cabo esta delicada tarea con toda maestría.
Y, como soplará muy suave en tu frente, tus sueños se poblarán de imágenes increíblemente bellas, libres por completo de la dictadura de la lógica.
Cuando te despiertes, el Duende Azul ya se habrá marchado.
Quedará el recuerdo y una certeza interior: que la belleza existe.
Que es tuya.
A pesar de todo.

Dublin Bridge

Hay una bestia oscura en el asiento de atrás.
Creo que viaja conmigo desde hace unas horas.
O tal vez me acompañe hace mucho más tiempo.
Ya no puedo saberlo con exactitud.

Puedo notar su aliento abrasando mi nuca
y, cuando me atreva a afrontar su reflejo,
contemplaré un par de ojos púrpura en el retrovisor.
Me está mirando, porque siempre espera.

Hay un lobo negro en el asiento de atrás.
Yo sé que nunca se sacian ni su sed ni su hambre,
y que su vida de fiera se llama desesperación,
y que él es inocente de la sangre que bebe
y de los huesos que hace crujir con sus colmillos.
Huesos anónimos y sangre ausente de nombre.

Dublin Bridge: eso dicen los signos.
Hay un animal hambriento aguardando a mi espalda.
Demasiadas luces se van quedando atrás.
LLueve.
Demasiadas horas perdidas.
Demasiadas mentiras, ¿y ahora qué?

Ahora hay una fiera hambrienta,nacida de tinieblas,
que acecha silenciosa en el asiento de atrás.

(Amelia, Octubre de 2003)

.......O-O.......

.......O-O....... Son para verte mejor.

O no.

Estoy de vacaciones toda una semana. :-))

El viaje que no hice

El viaje que no hice No, no fui. Tendría que haber ido este fin de semana, pero devolví el billete y anulé la reserva del hotel. No pasa nada, la ciudad seguirá allí y yo iré pronto a ella, porque soy adicta a sus calles y a sus gentes, y llevo más de un año con mono.
Pero no ahora. Ahora prefiero quedarme en casa, escuchando la lluvia en los cristales.
Es una decisión.
Me quedo en mí. No salgo a buscar nada. Tengo todo lo que necesito, incluso más de lo que necesito. Sólo que no está esa ciudad entre mis pertenencias. Ni lo que la ciudad contiene. Y no está porque, para mí, su precio es demasiado caro. Es la auto-anulación. De la cual no culpo a nadie, por supuesto, ya que soy la responsable de mis auto-anulaciones y de mis auto-lo que sea.
En ese viaje hubiera faltado algo esencial en mi equipaje: yo.
Sin embargo, para ser del todo sincera, hace un rato he soñado con la ciudad (y con lo que contiene) y ha sido un sueño muy feliz. Tal vez ese es su lugar en mi vida: el sueño.
Por lo tanto, escucho a mi corazón y me quedo.
Mi corazón, donde vive una niña herida, a la que debo cuidar y proteger.

Música de LLuvia

Música de LLuvia Está lloviendo.

Tú dices que es demasiado tarde,

pero yo miro la palma de mi mano

y veo un continente por descubrir.

Agárrate a mí: es hora de empezar.

Podremos bailar por los rincones

del recuerdo, hasta que escampe.

Así, cuando vuelvan las sombras,

nos encontrarán abrazados

y el piano no habrá dejado de sonar.

Como la lluvia en los cristales.

Toda la noche.

Una Antigua Costumbre

Una Antigua Costumbre Contaba Herodoto de Halicarnaso , aunque nadie le creyó jamás, una curiosa costumbre del pueblo perdido de los etíopes nabucos.
Cuando un etíope nabuco llora el recuerdo de algo que, aun a pesar de que nunca existió, le es muy querido (como un sueño o un amor eterno), trenza una cesta con mimbres de los cañaverales del Nilo.
Dentro, forma un mullido lecho de pétalos blancos de loto, en cuyo centro susurra el nombre de su querido recuerdo.
Después, ata a la cesta pequeños lazos de seda, de todos los colores del arcoiris.
Vierte ciento diez lágrimas sobre ella, y, en una noche de luna llena, la deja ir para siempre, flotando sobre las aguas del río.
Si algún otro etíope nabuco, paseante nocturno de la ribera, ve pasar una cesta de los recuerdos que nunca existieron, murmura una canción y disimula.

Una Casa de Piedra

Con muros gruesos y una fila de balcones en la fachada del primer piso. Un jardín abajo, un jardín rodeado de un seto para preservar la intimidad de sus moradores, con su cartel en la verja de entrada: "Cuidado con el perro". Parapetada de granito, sólida como el sillar maestro de una catedral.
Es la casa donde transcurrió gran parte de mi infancia.
En ese primer piso de los balcones, viví con mis padres, y luego, años más tarde, pasé las vacaciones de verano con mi abuela.
Desde las ventanas traseras, se podía ver la Sierra de Guadarrama cercana. Mi abuela me contaba allí la leyenda de la Mujer Muerta, que da nombre a un grupito de montes. Una historia que no recuerdo, aunque sí el espanto que le causaba a mi imaginación infantil.
Allí pasé días felices jugando con mis primos, Luis y Jose Antonio.

Pero esto fue en la época de mi abuela Amelia, que era una persona muy,muy especial.

Antes de eso, en la época de mis padres, la cosa resulta bastante más misteriosa y legendaria.
Yo no nací en esa casa, porque nací en un hospital. Pero allí vivíamos cuando vine al mundo. De manera que su interior es la primera imagen de la realidad que guardo bajo los estratos de la memoria enterrada.
Por el entarimado de su largo corredor de madera, comencé a caminar a gatas. Sé que lo recorría de principio a fin una vez, y otra, y otra. Ida y vuelta. Al final de cada viaje estaba mi madre, en la cocina. Pero, cuando llegaba, ella me daba media vuelta y....jaja...¡otra vez a empezar!
Sé que odiaba al gato. El gato era mi enemigo natural, ya que competíamos por el dominio del corredor. Seguramente él pensaba que yo era otro animal doméstico que le quitaría la comida y el territorio. Así que me arañaba, el muy cabrón.
Yo me consolaba comiendo cositas del suelo. Pero tampoco este goce de los sentidos me duró mucho, porque mi madre se percató de mi precoz drogadicción y me puso unos calcetines en las manos, para que no anduviera hurgando en los entresijos de las tablas.
Me vengué pintando de verde la puerta de entrada, un día que los mayores se habían dejado brochas y pintura abandonadas mientras comían.
Luego encontré a mi primer amor: la muñeca Cirila. No la recuerdo tampoco, sólo es un referente de historias familiares. Eso sí: sé que era calva porque yo la rapé al cero. Bien, lo cierto es que terminó por tener un aspecto repulsivo, pero yo la amaba con la misma pasión que si hubiera sido la muñeca de porcelana con rizos de oro más preciosa del mundo. O con más, con más pasión.
En aquella época, en Collado Villalba no había agua corriente en muchas casas. En la mía no lo había.
Recuerdo los cántaros del agua de beber.
Y los viajes al río, con mi madre, a lavar la ropa.
Mi madre rompía el hielo del río con una piedra para hacer la colada. "Mariconadas las mínimas" podría ser un buen lema familiar. El problema es que, cuando comenzamos a vivir en la civilización, mi madre parecía conservar una singular nostalgia de las épocas tribales y me enseñó la manera siempre más incómoda y dura de hacer las cosas. Bueno, ese es otro tema.
Y, bien mirado, me ha servido bastante ese aprendizaje. O no, yo qué sé.

El caso es que ayer llevé a mi hija a conocer esa casa. Por fuera, claro.

A ella le fascinó. A mí también me fascina.

¿Se podrá alquilar?

Parece que no la habita nadie. Excepto el fantasma de mi abuela Amelia, claro.

Tal vez va siendo hora de un reencuentro familiar.

Y lo digo totalmente en serio, no es coña.

Hoy en el gimnasio

Hoy me he parado en el gimnasio, mientras esperaba a que terminara mi amiga, para marcharnos juntas.

He contemplado, por unos segundos, a los humanos que me rodeaban, con la misma atenta dedicación con que puedo mirar a los animales de un zoo, o a los peces de un acuario. Esto no es nada peyorativo: adoro y admiro a los animales (sobre todo a los que tienen la piel moteada, aunque este detalle, dirán los que me conocen, es una de mis rarezas propias de animal moteado).
He pensado en cómo la vida y los sucesos nos modelan físicamente. Al igual que las arrugas de un rostro evidencian sufrimientos y trabajos de años y años, las barrigas, los músculos fláccidos, los hombros cargados, los andares de pato, son mensajes tan claros, que casi asusta el hecho de que mostremos tanto de nosotros mismos en cada uno de nuestros gestos y nuestros cuerpos. Y lo mismo ocurre con el caso contrario, claro: los cuerpos duros, los abdominales lisos, la gracia y la esbeltez extremas. Sólo que, en este último caso, la verdad: me siento menos humanamente interesada. Cuestión de gustos.

Y, con todos mis defectos, me he querido tanto en ese instante, me he gustado tanto, que he estado a punto de abrazarme allí mismo.
Todo porque, en ese abrazo que me doy, siento con toda mi alma que asumo mi porqué. Mi por qué soy así, de esta manera y no de otra. Entiendo de qué desamor nació cada michelín; de cuántos momentos de amor, con mi hija en brazos, nació la costumbre de balancearme de derecha a izquierda cuando estoy distraída; entiendo los miles de horas de dedicación a mi trabajo que hicieron nacer esa contractura crónica que tengo en el hombro; entiendo de qué desaforada pelea de superviviente ha nacido cierto gesto de atención alerta de mi cabeza; y cuántos pasos por cientos de caminos me ha costado mi personal manera de apoyar la planta de los pies en el suelo.

Y por todo eso, porque todo eso es mío y de nadie más, me quiero y me gusto un montón. Y, porque me he dado cuenta en ese segundo de descanso en el gimnasio de que, a todos los que estaba allí conmigo, la vida les ha moldeado también, he sentido afecto y gusto por ellos. Sólo por eso, por ser personas.

Bueno, ya sé que parezco un anuncio de Adidas y tal, pero...Así están las cosas. :-))

Aprendiendo

Aprendiendo Jugaremos a ser caballeros antiguos.

A golpe de lanza, a quebrar el silencio.

A morir con honor
protegiendo a los débiles
y humillando al soberbio.

A mirar lo terrible de un rayo de luna
sobre un filo de acero.
A dormir en el suelo.
A galopar en los bosques oscuros
sin pactar con el miedo.

Y aprenderemos a perderlo todo
con tal de ser libres
y ganar el tiempo.

También aprenderemos:
A conversar con lobos.
A leer en las hojas de arce.
A escuchar el crepitar del fuego.
A tender emboscadas.
A custodiar espantosos secretos.
A rescatar verdades escondidas.
A callar durante años y años.
A saber soportar el silencio.

Y después, en la playa sentados,
contaremos historias
para todo el que quiera saber
cómo fue que aprendimos el juego
de ser caballeros.

(A. marzo de 2004)

Recapitulemos

Recapitulemos Ahora que empieza la primavera del 2004, recapitulemos.

no creo en el matrimonio
no creo en los gobernantes
no creo en los vendedores
(tampoco en los vendedores de sí mismos)
no creo en las religiones
(hablando de vendedores)
no creo en las letras de las canciones de amor
no creo en la compañía de quienes no soportan la soledad
no creo en el amor de quienes no soportan la falta de sexo
no creo en los príncipes azules
no creo en el olvido
no creo en lo obvio
(es demasiado obvio)
no creo en las operadoras de telefonía
no creo en El Corte Inglés
no creo en las buenas intenciones de mis jefes
no creo en las explicaciones globales sobre el mundo y su funcionamiento
no creo en las explicaciones globales sobre la vida y su funcionamiento
(no existe libro alguno de instrucciones para tales cosas)
no creo que nadie sepa más que yo sobre mí misma

Creo en:

ciertas jóvenes personas que portan mis genes
escribir
el sexo
el ron Habana con cola cola
mi mejor amiga
la música
la ropa interior con transparencias
los jacuzzis
el aroma a té verde
las pelis de miedo
alguna hermosa gente que voy encontrando por las esquinas de la vida
viajar a Barcelona
(esto ocurrirá muy pronto :-))
el fin de la jornada laboral
reirme de cosas sin importancia
la gente, cuando está dispuesta a cambiar las cosas
la gente, cuando es sólo buena gente
la gente, cuando tiene una buena historia que contar

Y en muchas cosas más, que ahora no recuerdo, pero que suelen llegar detrás de mí como la estela de un cometa...

¿Qué tiene un piano...

¿Qué tiene un piano... ...que acompasa al silencio y al sonido, como a una pareja de bailarines que se deslizan sobre el mármol de un palacio abandonado,
...que desgrana el significado preciso y exacto del amor sin emplear una sola sílaba para ello,
...que trae a la memoria los jardines que nunca vimos con los ojos, la infancia que no vivimos más que entre las brumas doradas del sueño, los cuentos que nunca sabremos contarnos con palabras porque son tan deslumbrantes que éstas no pueden abarcarlos?

¿Qué tiene un piano, que sus notas te están dibujando ahora mismo a ti, aquí al lado?

(Imagen: Diane Romanello, "The garden of the friend ship")